Cuando en la tarde del domingo 30, todos los medios de comunicación electrónicos ofrecían avances sobre el atentado etarra en la localidad de Denia, el diario batasuno Gara escondía la información. Dada la eficacia y el compromiso de la izquierda abertzale, es difícil pensar que lo que hubo fue desidia o falta de medios humanos para alimentar el portal.

Más bien parece que la bomba saltó por sorpresa también en el entorno etarra. Porque la actual dirección está por el pacto. Es más, según algunas fuentes, dicha negociación ya se está produciendo entre el socialista Eguiguren y el etarra, Josu Ternera, enfermo de cáncer de estómago. Ternera por enfermedad y Arzalluz por edad no quieren despedirse sin ver el "problema" solucionado. 

Por eso, ambos trabajan por la negociación. Y en el caso de Ternera, en contra de los que opinan que "bajar del monte es una mariconada". Por eso, algunas fuentes de la seguridad nacional apuntan a que fue el mismo Ternera quien delató a Mikel Antza, reacio al proceso de negociación emprendido. La lealtad en el mundo abertzale tiene muchas aristas.  

Así las cosas, la bomba de ETA no sólo es un gesto de presión del mundo terrorista a los partidos que vetarán el Plan Ibarretxe el martes 1. Es también un toque de atención a los suyos: aquí no se mueve nadie y la violencia sigue siendo tan válida como siempre. Quizás por eso el PNV se plantea adelantar al 3 de abril las elecciones vascas. Acelerar el paso es frenar el acceso de Batasuna al proceso electoral, rentabilizando así sus votos. 

Y mientras tanto, Patxi López sigue en campaña electoral, acariciando el Palacio de Lakua, cada día más cerca por la posible negociación con los asesinos. Su estrategia consiste en descalificar al lehendakari y marcar distancias con el PP. Posteriormente, negociará con el PNV y marginará al PP. De momento, toca decir que Ibarretxe actúa como un iluminado. Pero, posteriormente, se envainará el comentario sin ningún problema. Cosas de políticos.