Japón y USA se han convertido en los países líderes de la Cumbre del G-8. Todo porque el primer ministro nipón, Abe (en la imagen), ha lanzado su plan, que podríamos resumir en estas palabras: para que la economía mejore dale a la máquina de fabricar dinero. Todo el plan japonés se reduce a eso, más a la keynesiana política de construir mucha obra pública, que, en el caso de Japón y, tras el tsunami, puede tener cierto sentido.

Ahora bien, en Hispanidad hemos apoyado, sobre todo durante el año 2012, la salida de España del euro, medida dura pero necesaria, para poder recuperar la soberanía monetaria y fabricar pesetas a gusto. Pero fabricar dinero siempre debe ser una medida de última instancia.

Porque se trata de dinero postizo. Lo que el Gobierno japonés ha comenzado a hacer y lo que el Gobierno Obama lleva haciendo desde hace cinco años no es más que eso: fabricar dinero, pero eso tiene un coste. No sólo en inflación sino en especulación financiera. Vivimos en un océano de liquidez y eso es precisamente lo que nos ha llevado a la mayor crisis económica que vieron los tiempos: la crisis financista. El dinero no es más que un instrumento de cambio, no un factor de crecimiento. La fabricación de dinero viene después del crecimiento, no al revés.

Ahora bien, si es cierto que si Tokyo y Nueva York se dedican a fabricar dinero mientras Europa se ata las manos con la austeridad que impone Berlín, pues hombre, digamos que tenemos un problema. A fin de cuentas la crisis comenzó en la banca norteamericana, no en la europea, y la 'solucionaron' con la máquina de hacer billetes.

Pero la solución a una crisis nunca es el dinero postizo.

Eulogio López

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