En la Cumbre del G-8, los ocho hombres presuntamente más poderosos del mundo, se ha impuesto el estilo macarra-hortera de Barack Obama.

Líderes descorbatados, en mangas de camisa o con un jersey Benetton, como el mandatario italiano, sentados alrededor de una mesa redonda, como si fueran a echar una manita de póker. Naturalmente, los norteamericanos expanden por el mundo mediático mundial la imagen de su presidente explicando a sus colegas por dónde va el mundo, mientras el resto concursan por asentir con una sonrisa más placentera a las palabras del líder más chuleta con el que hay contado el mundo, quien seguramente les estaba diciendo si preferían café, té o algo más fuerte.

Uno está deseando presenciar en directo la primera toma de contacto del neo-presidente ruso, Vladimir Putin (a Chicago acudió el saliente Dimitri Medeyed), porque a don Vladimir no le gusta que nadie le pase la mano por el hombro, como acostumbra Obama.

En cualquier caso, no se pierdan este resumen de las crónicas periodísticas sobre la Cumbre del G-8 (el elaborado por Moncloa). Ojo al dato: "Los líderes del G-8 se comprometieron ayer a garantizar que tanto las políticas de crecimiento como la consolidación presupuestaria formen parte de un plan global para salir de la crisis. 'Es imperativo favorecer el crecimiento y la creación de empleo', señalan en la declaración final de la cumbre celebrada en Camp David. Los líderes de las principales economías mundiales expresan su apoyo a 'la determinación' de la UE para resolver las tensiones en la zona euro 'de modo que genere confianza, estabilidad y crecimiento'. También muestran su apoyo a la permanencia de Grecia en el euro, país al que animan a cumplir con sus compromisos".

Ahora bien, ¿cómo se promociona el crecimiento económico desde el Gobierno? Porque ni el chuleta Obama ni el indocumentado Hollande, ni una Merkel que aparece como la perdedora de la cumbre, concretan nada.

Por ejemplo, el Occidente del siglo XXI no necesita infraestructuras: le sobran. No necesita crear riqueza, porque las crisis actual es de sobreproducción, no de carestía (por eso no entendemos esta crisis). Por eso, también, en el siglo XXI, el amigo Keynes nos sirve para poco. No podemos crear una oferta, ergo una demanda, artificial, desde arriba: 50 obreros a cavar hoyos y otros cincuenta a llenarlos, pedía Keynes, porque lo que nos sobra es producción y riqueza y lo que nos falta es una justa distribución de esa riqueza y nos sobre liquidez para traspasarla.

Lo único que puede hacer un Gobierno para incentivar la demanda y mejorar la condición de vida de sus ciudadanos es alguna de estas tres cosas:

1. Bajar impuestos. El problema es que Europa no puede, y Occidente en su conjunto, tampoco. Otra novedad de esta crisis de fin de ciclo: no es Oriente el que le debe dinero a Occidente si no al revés. Por tanto, y para reducir el tamaño del Estado, que es bueno, se impone la teoría de ajuste.

2. En el caso de países como España, subir los salarios. No es cierto que los gobiernos no fijen los salarios. Fijan el SMI y, sobre él, se fijan todos los demás, especialmente, los salarios medios.

3. Detener la globalización, volver al proteccionismo. Sí, hemos creado una globalización asimétrica, es decir, injusta, por dos motivos:

A. El 'dumping' social que crean países como China o India, que son lo que crecen y provocan paro en Occidente. ¿Por qué han mejorado su tecnología? ¡Anda ya! Porque pagan salarios de miseria y explotan a sus trabajadores y así compiten con Occidente como ventaja. En resumen, Occidente debe detener la globalización y el libre comercio hasta que todos los participantes de ese libre comercio operen en igualdad de condiciones: a partir de unos mismos salarios.

B. La globalización es asimétrica, además, por dos razones macro: las subvenciones con las que Occidente compite con las nuevas y poderos tiranías orientales -con China a la cabeza- y que están hundiendo, no el agro chino, sino el africano y asiático e iberoamericano, y por el hecho de que hemos globalizado la libre circulación de capitales y de productos, pero no de trabajadores.

En resumen: hay que detener la globalización hasta que se compita con las mismas armas, con condiciones laborables homologables.

Y además, reducir impuestos, no aumentarlos, que es lo que se está haciendo.

¿Saben ustedes de qué están hablando los ocho grandes líderes cuando hablan de incentivar la producción? ¿Creando infraestructuras? No, dado que eso elevaría los déficit fiscales. No, de lo que están hablando es de la próxima burbuja financiera: en definitiva, están hablando de darle a la máquina de hacer dinero, sobre todo para salvar dos cosas: su desmesurada deuda pública (la que emiten los políticos) y sus mercados financieros especulativos.

Es posible que, con la asfixia a la que los especuladores financieros han sometido a países como España, sea bueno que el BCE -y la Reserva Federal, y el Banco de Japón, el de Inglaterra- abra la manguera y empiece a prestar dinero a bajo precio. Sí, a lo mejor es necesario porque lo urgente priva sobre lo importante. Pero recuerden que con esa manguera estaremos anegándonos en liquidez, creando una nueva burbuja, aún más grande que la de 2007 que acabará por estallar. Porque el dinero sólo hay que crearlo para justificar los intercambios de la economía real. Ni un euro, ni un dólar más.

En cualquier caso, pensando en España, bienvenida sea la manguera del BCE, pero, aún así, los ajustes de Rajoy no tendrán éxito por dos razones:

1. Los especuladores son insaciables y seguirán exigiendo que les paguemos nuestra deuda a precios abusivos antes de que podamos reducirla.

2. No se puede pedirle a un pueblo que se apriete el cinturón indefinidamente sin darle nada a cambio. Es decir, los españoles estarán dispuestos a cualquier sacrificio en forma de menos prestaciones públicas. También en Educación y Sanidad, siempre que se eleven los salarios bajos, que son bajísimos. De otra forma, el español se dará a la chapuza y a la economía sumergida, que le resultan más rentables, así como a la picaresca, que es lo que ha ocurrido en Grecia…como no podía ser de otra forma.

Mariano: sube el salario mínimo hasta los 1.000 euros netos mensuales, que aún será más bajo que en países de nuestro entorno. Baja las cuotas y sustitúyelas por IVA, que se está acabando el margen para hacerlo. Elabora una política fiscal de protección de la pequeña propiedad privada, de las familias y de las pymes. Porque por este camino, no duras ni una legislatura.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com