La inauguración del Fórum de las Culturas ha sido enternecedora. Ni himnos ni banderas, aunque al final hubo banderas, pero no himnos, vaya usted a saber por qué. Es igual, el invento del Fórum ha servido para que Barcelona renueve el mobiliario, algo siempre útil, para que todas las grandes empresas se rasquen el bolsillo, un espectáculo siempre gratificante que garantiza la salud psíquica de los pueblos, y para saber cuál es la terminología a aplicar a partir de ahora al discurso cultural imperante, porque la verdad es que los mimbres conceptuales de la cosa progre ya no daban más de sí.  

 

Televisión Española, violentamente transformada en cuestión de días, por mor de Fran Llorente, nuevo director de Informativos de la monigotera pública. Ya saben, el defensor del estornino nos explicó que Barcelona, sede del Fórum 2004, va a experimentar la "diversidad". Graben en letras de oro esas palabras, muchachos, la glándula pineal de la nueva era nominalista. Y así, por de pronto, hemos descubierto lo carísima que resulta la tal diversidad. Los responsables del Fórum se niegan a ofrecer un balance de los gastos del evento, y esto es muy lógico: a la modernidad, como a las antiguas marquesas, no les gusta hablar de dinero. Resulta vulgar, prosaico y muy, muy ordinario.

 

Hablemos de diversidad. En Barcelona, nos comunica el telediario de Zapatero, se reunirán gentes de todos los orígenes y creencias. Esto de las creencias, de todas las creencias, con parlamento de religiones anexo, es la contribución de la modernidad masoncilla para atraer a todo tipo de confesiones religiosas desde la caverna reaccionaria hacia un sano espíritu democrático. La verdad, ya va siendo hora de que los dioses dejen de comportarse como si fueran amos. Para los sabios hacedores del Fórum (sin ir más lejos, el alcalde de Barcelona, Joan Clos, mi filántropo favorito), las creencias son esas lamentables excrecencias de la razón humana que, por azares del destino, parecen difíciles de extirpar, razón por las cuales conviene ponerlas a dialogar, a ser posible por unos cuantos siglos y esponsarizadas por la Coca-Cola.

    

Porque ese es otro concepto mágico del Fórum 2004, muy repetido durante la jornada de inauguración (sábado 8): "Diversidad cultural y diálogo”, sobre todo mucho diálogo. Un diálogo que fluye desde la única convicción o creencia de los administradores y por organizadores del Fórum, cuyo credo podríamos resumir así: ninguna convicción, ninguna creencia ni ninguna religión vale un ardite. Lo único que vale es revolverlas, manosearlas, sobarlas en un diálogo incesante y, sobre todo, infinito. Infinito, no porque esté fuera del tiempo y del espacio, sino porque es un diálogo circular: interminable y sin llegar nunca a conclusión alguna.

 

Y así, otra frase (idea-fuerza, que dicen nuestros aliados yanquis) de la nueva televisión zapatista: hemos convertido a Barcelona en "epicentro de la cultura". Estamos ante otra clave del Fórum y del siglo XXI: la cultura. Naturalmente, lo que el Fórum entiende por cultura no es más que espectáculos, ciertamente, pero en eso no se les puede negar razón: la única cultura rentable es la cultura espectáculo, no hay quien la haga rentable. No hay multinacional que patrocine a un hombre leyendo un libro o a dos personas conversando para aproximarse a la verdad, las dos formas de cultura más elevadas. En tal caso, se patrocinará, con dinero público o privado, a la industria editorial o a los progres del Fórum y su Parlamento de las religiones.

 

En definitiva, o se patrocina a los magnates de la información (desde el sector público) o a la cultura espectáculo (desde el sector privado). Y el progresismo, no lo olvidemos, siempre se ha preocupado por la rentabilidad. Es lo que se llama cultura de libre mercado. No le gusta hablar de dinero, claro, pero le gusta la eficiencia. O sea, que al progresismo le ocurre lo mismo que a los árabes con la banca: como el Corán les prohíbe la usura, jamás hablan de "interés" sino de "comisiones". Do you understand?

 

Créanme, no me invento nada: el espíritu del Fórum, inaugurado por sus majestades los Reyes de España, es compendiado por el diario El País (edición del domingo 9) en la llamada Agenda 21 de la Cultura (estos progres son geniales haciendo titulares), a la que define como "un documento en el que la visión progresista y de izquierdas y el papel de los poderes públicos se deja notar". Es decir, que nos vamos a rascar el bolsillo de mala manera. Es el espíritu "onegero": los adelantados de la cultura viven a cuerpo de rey gracias al dinero de nuestros impuestos. Todo muy progre. Es más, El País advierte que el Fórum y la Agencia 21 recogen el espíritu de Porto Alegre, ya saben el de la antiglobalización, un movimiento de ONG que nació con un sano espíritu de oposición a la globalización capitalista, pero que, por ahora, sigue siendo cualquier cosa menos "no" gubernamental, dado que vive de los erarios públicos de los gobiernos que controla. Insisto: la clave está en el dinero de los demás.

 

Faltaba algo, claro está: el respeto al medio ambiente, es decir, la aportación "ecologeta". Todo el Fórum está pensado en el "desarrollo sostenible" (otro concepto imprescindible). Es decir, el hombre al servicio del planeta, en lugar del planeta al servicio del hombre. Ya saben: no queremos medio ambiente, lo queremos entero.

 

En cualquier caso, del Forúm de las Culturas emerge, como una diosa de las aguas, la nueva ideología de la ausencia de ideologías. Todo es poco más que algo menos; y nada, absolutamente nada, ni dioses, ni ideas, ni compromisos, ni ideologías, deben tener el suficiente peso como para romper nuestra plácida existencia. Lo otro, no son más que lamentables máscaras del fundamentalismo que nos asola.

 

Los periodistas de Zapatero tienen toda la razón: esto es un epicentro, del terrorismo más destructivo que haya conocido la humanidad: el seísmo de la indolencia. Sencillamente mortal.

 

Eulogio López