Me congratulo de que la multinacional norteamericana de automoción Ford haya decidido cerrar la fábrica de Genk -Bélgica- y salvar la de Almussafes, en Valencia.

Sin embargo, me preocupa el porqué. Dos son las razones de haber elegido España. La primera, que los trabajadores españoles cobran menos que los belgas por el mismo trabajo. La segunda, que España acaba de lanzar un plan de subvenciones públicas para la compra de automóviles.

Pasado mañana Ford puede decidirse marcharse a Marruecos o a China, donde los salarios aún son más bajos que en España. El señor ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete (en la imagen) se felicita por haber conseguido todos los objetivos previstos en la negociación. Y el primer objetivo era que la Comunidad Europea, es decir, todos los europeos, sigamos pagando a los pescadores, no para que produzcan más sino para que produzcan menos. Con ello, además de multarnos, destrozamos la pesca de los países pobres, cuyos Estados no pueden subvencionar a sus pescadores -o a sus agricultores-. Por la sencilla razón de que no tienen dinero para ello.

La economía no puede basarse en los salarios mínimos. De hecho, un mundo globalizado debe contar con un salario mínimo globalizado. Y aún menos debe basarse en las subvenciones públicas, especialmente cuando no se trata de aumentar la producción sino de reducirla, momento en el que la subvención se convierte en algo peor: en subsidio.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com.