Sr. Director:
En estos días se ha vuelto a escribir contra la Iglesia acusándola de no aceptar que se haya concedido el Premio Nobel de Medicina al profesor británico, Robert Edwards.

 

Las razones aducidas por personas eclesiásticas son obvias y razonadas, cosa que no deberían  molestar a todos aquellos que consideran como un gran bien. Pero es que a su vez, la Federación Internacional de Asociaciones de Médicos Católicos (FIAMC) mostró su consternación ante la concesión de este Premio Nobel de Medicina que reconoce el desarrollo de la fecundación humana in vitro (FIV), rechazada por inmoral por la Iglesia.

En un comunicado la FIAMC lamentó el enorme coste de este proceso utilizado para concebir y que supone el debilitamiento de la dignidad de la persona humana. Muchos millones de embriones han sido creados y descartados durante el proceso de FIV, recordaron los médicos. No se trató sólo de esos seres humanos utilizados como conejillos de indias destinados a la destrucción, especialmente en las etapas más tempranas, sino que este uso ha llevado a una cultura donde son vistos como productos básicos, en lugar de como los individuos humanos preciosos que son, añadieron.

Y es que a pesar de que la FIV ha llevado alegría a muchas parejas que han concebido a través de este proceso, esto ha tenido un coste enorme. Como católicos -indica el comunicado- creemos en la dignidad absoluta de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios. Esa dignidad existe desde el primer momento de la concepción del nuevo ser humano y permanece con él hasta su muerte natural. Como médicos católicos, nos damos cuenta del sufrimiento que la infertilidad lleva a una pareja, indica el texto.

Pero al mismo tiempo, añaden, creemos que la investigación y los métodos de tratamiento necesarios para resolver los problemas de infertilidad tienen que aplicarse en un marco ético que respete la dignidad especial del embrión humano, que no es diferente a la de un adulto maduro con una mente brillante.

El comunicado concluye recordando que sólo podemos ser plenamente humanos cuando vivimos de acuerdo con la voluntad de Dios respetando la dignidad especial concedida a todos los seres humanos.

Suso do Madrid