Ocurrió el pasado lunes en un centro universitario, de ideario católico, no se vayan a creer. Futuros abogados mantenían una controversia sobre el matrimonio homosexual, que el presidente más progre de la historia de España, Rodríguez Zapatero ha tenido a bien regalarnos: Si se cumple la objeción de conciencia, alegaban los futuros valedores de nuestros derechos- no se podría cumplir la ley. Algo grave debe de estar pasando en esta sociedad cuando contamos con la juventud menos romántica, más dócil al poder, más aborregada y más insensata de, pongamos, los cuatro últimos siglos.

Hasta el más lego en derecho comprende que si se suprime la objeción de conciencia simplemente se ha suprimido el Estado de Derecho y la libertad entera. A fin de cuentas, las libertades públicas no son más que el desarrollo de una misma raíz: la libertad de conciencia, hoy llamada libertad de pensamiento.

Bien está, como principio general, que las leyes se cumplan, pero si ese principio no tiene excepciones, ni tan siquiera la objeción de la libertad de pensamiento, entonces no estamos ante un Estado de Derecho, sino ante una tiranía burocrática.

Y sí: el Gobierno socialista, al suprimir la objeción de conciencia ha cometido el mayor atentado contra la libertad en España de todo el periodo democrático. No sé qué es peor: si caer en manos del doctor Montes en el hospital de Leganés o en manos de estos futuros jueces, legisladores y abogados. Mejor, de estos leguleyos.

La intromisión del Estado en la vida privada de las personas está alzando cotas difícilmente igualables. Y adquiere, además, un peligroso carácter filantrópico, de filantropía liberticida. Verán, en el contexto de uno de los dieciocho rifirrafes públicos de actualidad en los que ando metido, últimamente he recibido algún correo alusivo a la postura de Hispanidad frente al matrimonio manflorita que me envía directamente a la consulta del psicólogo o el del psiquiatra (según la corrección política del remitente). Es enternecedor esto de que la gente se preocupe de tu salud. Un lector me acusa de estar enfermo de religión, curiosa pero cada vez menos desconocida patología inventada para la progresía. No figura en los tratados médicos pero se está imponiendo a pasos agigantados. Clive Lewis ya describió el mal hace 50 años. Decía el genial pensador británico que la actitud del poder comenzaba a ser la de suprimir la moral y sustituirla por la terapia más adecuada. Algo parecido a esto : Querido amigo, nosotros no pretendemos censurarle ni castigarle, lo que pretendemos es curarle. Si acaso usted no ve el mundo como lo contempla el poder, el Sistema, lo políticamente correcto, no es por maldad, tampoco por ignorancia, es una enfermedad, como la gripe o la tetraplejia. Pero nosotros le curaremos: le recluiremos en un bonito centro de salud mental, evitaremos que contagie con sus rarezas a la generalidad y cuando salga de su reclusión usted estará como nuevo. Comprenderá, por ejemplo, que si no suprimiésemos la objeción de conciencia, cundiría la coherencia, la gente pensaría por sí misma, podría oponerse a las leyes, cundiría la violencia y quién sabe cuántas cosas más. Pero, cuando usted esté curado, comprenderá que todo aquello fue un lamentable sarpullido mental. Y hasta puede que entonces vote a Zapatero, no a esos extremistas de derechas o de izquierdas, que no entienden el talante... ni por detrás ni por delante.

Bienvenidos a la era de la filantropía liberticida.

Eulogio López