Los agricultores se manifestaron el sábado en Madrid porque están en la ruina.

Y esa vez no se trata de exageraciones. Los agricultores venden las sandías a 8 céntimos el kilo y el consumidor paga 60. Les pagan 3 céntimos por un kilo de patatas que luego no se pueden encontrar en la frutería por menos de 1,50 euros. Al parecer, el movimiento, simplemente, no les llega.

En seguida, el Sistema se ha puesto en marcha. El capitalismo de derecha propone una reconversión de las pequeñas explotaciones en grandes explotaciones agrarias. Al parecer, no hemos aprendido nada en cien años de cooperativismo agrario, que preservaba la pequeña propiedad y comercializaba conjuntamente. La globalización exige oligopolios: se le quita la propiedad al pequeño para subsumirle dentro de un todo donde no le está permitida ni la sugerencia.

Por su parte, los sindicatos dicen lo de siempre, lo de Cándido Méndez en la mañana del lunes: todo se arregla con un pacto. Extraños pactos éstos sobre los márgenes comerciales de quien lleva cobrándolos lustros.   

Aquí ocurre lo mismo que con la banca: la banca puede perder y el conjunto de los ciudadanos pagar sus pérdidas para que nos devuelvan nuestro dinero, lo que no puede es quebrar. En materia agrícola, está claro que las grandes superficies (no son grandes por ser perversas, son perversas por ser grandes), así como las grandes manufacturas, han reducido lo que pagan a sus proveedores y no han trasladado la reducción hasta el consumidor. De esta manera, el comprador no se beneficia y el proveedor se arruina.  

En otras palabras, el margen de distribuidor y comercial de los alimentos sólo se puede reducir a la fuerza, sobre todo cuando hemos creado una estructura lamentable de grandes intermediarios y grandes distribuidores. Los liberales del diseño pueden pedir que se liberalice el sector, entendiendo por ello un programa de absorciones que termine con la pequeña explotación agraria y todo ello en poder de la competencia. Pero ese es, precisamente, el programa que ha llevado al actual desastre.

Estoy pidiendo una nueva PAC. No, el espíritu de la PAC es pagar por no producir, no por producir. Lo que ocurre ahora en el campo es que estamos pagando los alimentos en origen por debajo del precio de coste.

Porque el mercado, tanto el financiero como el agropecuario, no funciona cuando el liberalismo se convierte en raíz del capitalismo o, dicho de otra forma, cuando el mercado se convierte en oligopolio o, aún mejor, cuando el pez grande se come al chico. Recordemos la sentencia clave de la economía actual, pronunciada por Chesterton hace 100 años. ¿Qué más me da que todas las tierras del Condado sean propiedad del Estado del Duque de Sutherland?. Lo que está ocurriendo con los precios agrícolas es exactamente eso.

Bueno, eso, y el desastre de la PAC y de la ministra Elena Espinosa, cuyas negociaciones de cuotas -especialmente de cuota láctea- deberían haberla hecho dimitir mucho tiempo atrás. Pero esa es otra historia. Esta es una crisis de precios, y la solución consiste en respetar los precios   

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com