En el PSOE, el Felipismo se replantea la resurrección de la conscripción. En el desfile del 12 de octubre, se ha vuelto a escenificar la animadversión que Zapatero provoca entre quienes se sienten españoles. En los barrios madrileños, algo nunca visto durante toda la etapa democrática, los balcones se engalanaron con banderas de España

Lunes 12 de octubre, Festividad de la Virgen del Pilar, Fiesta Nacional española. En el desfile militar que ha tenido lugar en Madrid, durante la mañana del lunes 12, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha vuelto a ser abucheado por el público. Entre los progresistas, especialmente entre el floreciente anticlericalismo español, Zapatero despierta entusiasmo, se le considera el azote de los curas, pero entre quien se sienten españoles, sean de derechas o de izquierdas, el presidente del Gobierno provoca verdadera aversión. No cabe duda, en España existe una crisis de patriotismo que preocupa hasta a los poco patriotas, por sus consecuencias nefasta, incluso en el terreno económico.

Sí, el constante enfrentamiento entre regiones incrementa el gasto público, acentúa la crisis y nos hace perder empresas estratégicas. El caso Endesa resulta paradigmático: la pelea entre el PP madrileño y el PSC catalán, la batalla entre centralistas y autonomistas, o independentistas, provocó que las decisiones de inversión de la que fuera primera empresa energética española se tomen ahora en Roma, bajo la supervisión de un tal Silvio Berlusconi, todo ello con el apoyo de ZP.

Lo mismo puede decirse de las medidas anticrisis, donde los gobiernos regionales se niegan a apretarse el cinturón y condiciones todas las medidas de estímulo en su propio beneficio y bajo su propio control. Decididamente, el patriotismo no es sólo una cuestión ideológica, es mucho más.

Y ojo, porque lo mismos que abuchearon a ZP pueden un día ya se perciben atisbos- abuchear también a SM el Rey de España y al heredero al trono, Felipe de Borbón, amigo personal e ideológico de Rodríguez Zapatero y empeñado en favorecer la causa progresista aunque contribuya a la disgregación del país.

Entendámonos, el factor constituyente de la identidad española es la fe cristiana, no la milicia y la recristianización de España no se logra expulsando a Zapatero de La Moncloa: es algo mucho más complejo y profundo.  Pero sí es cierto que la muerte del cabo Cristo Ancor en Afganistán ha disparado el sentimiento de agravio hacia el progresista ZP de buena parte de la sociedad española. Y no sólo de la burguesía: lo más llamativo de la mañana del lunes es que, sin que nadie lo solicitara para el Zapatismo, ería una solicitud cuasi fascista y el PP no se atrevería a formularlo- algunas ventanas de los barrios, insisto, barrios, madrileños comenzaron a lucir enseñas nacionales. Algo nunca visto, no ya con ZP en Moncloa, sino durante todo el periodo democrático. Es como si el votante, de izquierdas o de derechas, sintiera la necesidad de exhibir un cierto patriotismo que, más que amor a la patria, es pura necesidad de identidad, de sentirse algo. Por ejemplo, español. Felipe González defiende la idea de que el siglo XXI no es el de las ideas, sino el de las identidades. Si nos paramos a pensarlo dos minutos nos percataremos de que la proposición, de ser cierta, y me temo que lo es, da miedo, pero eso es otra cuestión.

Es por eso por lo que, en ambientes felipistas, esos mismos que consideran que ZP es un ignorante peligroso, se ha hablado, por vez primera desde la muerte de Franco, de resucitar la mili, la conscripción, una especie de patriotismo inducido, obligatorio, para intentar que el joven español siente que le debe algo a su patria.

¿No sería más lógico que esta iniciativa surgiera de la derecha? No, porque fue el Partido Popular, como José María Aznar como presidente del Gobierno y Mariano Rajoy como ministro, quien terminó con la conscripción, una medida que contó con la aprobación general de la izquierda pero que, a día de hoy, la propia izquierda, al menos una parte de ella, se replantea.

Y se lo replantea contra el pacifismo zapatista, para quien el ejército es una ONG, y contra una juventud que, por causa de la decisión de Aznar de terminar con la mili obligatoria, considera que no le debe nada a nadie, tampoco a la sociedad de la que forma parte. Se lo replantea, también, en nombre de una derecha que, en materia de patriotismo, piensa como su líder, Mariano Rajoy: El coñazo del desfile.

Por ahora sólo son comentarios escuchados al propio Felipe González, pero algo es algo.

Es el mismo patriotismo que lleva a una curiosa situación: España es el país europeo donde la inmigración ha crecido de forma más rápida en el lapso más breve. Sí, los inmigrantes no se integran ni respetan el modo de vida español, y son poquísimos los que solicitan la nacionalidad española. En el Ejército ocurre lo mismo pero al revés. Tenemos a muchos soldados de procedencia árabe que no son fieles a la patria que han jurado defender y tenemos a muchos hispanoamericanos que se alistan, no por amor a la madre patria, sino por encontrar una salida laboral. Lógico, ¿Cómo respetar un patriotismo que no existe, quién va a respetar a unos españoles que no se respetan a sí mismos?

La conscripción no deja de ser una  

La Virgen del Pilar ha visto cómo su patrocinio de la hispanidad ha pasado a su advocación de la Virgen de Guadalupe, aunque el 12 de octubre sigue siendo la Fiesta de la Hispanidad. Del mismo modo, en España los políticos han divorciado la Fiesta Nacional de su ligazón Pilarica, a quien sólo le resta

la esponsorización de Aragón y de la Guardia Civil.

Dicho de otra forma, el empeño secularista que no sólo es obra del PSOE sino también del PP- sólo admite un patriotismo laico, por ejemplo con la restauración de la conscripción que obligaría a los jóvenes a entregar un año de su vida con el respeto debido a la objeción de conciencia, por supuesto- a la patria para empaparse de que sí deben algo a un país que les ha dado facilidades educativas, culturales, sociales y laborales y de que la defensa común es un deber de todos (claro es que esto exige, como paso previo, creer que realmente tenemos algo en común). No deja de ser un artificio, porque el principal elemento constituyente del guiso español es la fe católica, pero, insistimos, la idea no es mala. Por lo menos, en lenguaje politiqués, la idea felipista abre un debate. Además, con la restauración de la mili obligatoria recuperaríamos esa realidad llamada milicia, antes de que termine en Unidad Militar de Emergencias.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com