El 12 de octubre se ha convertido en un calvario para el presidente del Gobierno. Otra vez se plantea la tentación del viraje progre: cambiar la  Fiesta Nacional al 6 de diciembre. Las raíces religiosas del Día de la Hispanidad desquician al PSOE. Y Rajoy llegó el primero al coñazo del desfile. El patriotismo español, en alza. Atención: los regulares de Ceuta y Melilla sólo cosechan un tímido aplauso

El problema de Zapatero es grave: el 12 de octubre es el día de la Fiesta nacional española. Pero también es la Festividad de la Virgen del Pilar, patrona de Aragón, patrona de España (con permiso de la Inmaculada Concepción), patrona de Iberoamérica (con permiso de los mexicanos y su advocación guadalupana) patrona de la Guardia Civil y patrona de la Hispanidad. Y lo malo es que, a pesar de todos los intentos de Zapaterismo por hacer olvidar esas raíces cristianas de España. Pues nada, que no lo consigue. Puede quela práctica católica disminuya, pero tres de cada cuatro españoles (el CIS dixit) se autocalifican como cristianos.

En el PSOE, que a pesar de años de purga militar no ha conseguido conquistar el corazón de los militares. Por eso, vuelve a cundir la idea de cambiar la Fiesta Nacional del 12 de octubre al 6 de diciembre día en que se aprobó la Constitución de 1978.

Pasando de la historia al presente, que sólo es su repetición, el desfile militar de la Fiesta Nacional se convirtió en el abucheo nacional al presidente del Gobierno. El grito del público solo tuvo un destinatario y un único contenido: Zapatero dimisión. Y eso que todo estaba preparado para proteger al presidente. El primer guardaespaldas, una vez más, Alberto Ruiz Gallardón, tan querido en su propia formación, aunque esta vez para quejarse a Zapatero sobre el trato del Gobierno a la capital de España. Apenas había tribunas para el público y se había alejado a ZP de la turbamulta, pero dio lo mismo: el presidente deambulaba por la zona sin apenas poder disimular su malestar.

Ojo, tampoco la Familia Real fue acogida con el entusiasmo de otros años. Respeto y poco más. Y completaba el cuadro de los sentimientos allí presentes el discretísimo silencio con el que fue recibido el jefe de la oposición: Mariano Rajoy. Con estas pinceladas podemos describir el actual estado ciudadano: que ZP se marche, que Rajoy abandone el tancredismo y que la familia Real aclare su orientación, especialmente, si me permiten esta variante personal, el heredero al Trono y su esposa, doña Letizia Ortíz. La futura Reina de España se mostró con la hosquedad que le caracteriza durante sus últimas apariciones públicas, enfrentada a su suegro y a sus cuñadas hasta unos límites desaconsejados por el protocolo. SM el Rey Juan Carlos evitó a su nuera en todo momento, también cuando, finalizado el himno nacional, doña Letizia tuvo que apartarse para dejar paso libre a Su Majestad sin intercambiar una palabra.

Supongo que SM Juan Carlos I todavía recuerda que fue un 12 de octubre de años atrás, cuando su hijo y heredero al Trono se negó a acudir al desfile como medida de presión para que se le permitiera matrimoniar con la locutora Letizia Ortiz. En cualquier caso, significativo el respetuoso, pero tímido, aplauso a la Familia Real. En otras ediciones, era recibida con mucho más calor. La dinastía borbónica ya no es incuestionable en España. Y eso no tiene por qué resultar positivo para el país pero supone, en cualquier caso, un aviso para el heredero.

La ministra de Defensa, Carme Chacón, retaba con la mirada al público vocinglero con la mirada, plantada en jarras. Su actitud reflejaba su objetivo: sustituir a José Montilla como reactivadora del socialismo catalán (el PSOE tiene dos graneros de voto de los que depende su futuro: Andalucía y Cataluña) y, con la ayuda de su grupo multimedia de  propaganda, Mediapro-La Sexta, ideológicamente dirigido por su esposo, Miguel Barroso, sustituir a Zapatero cuando éste caiga. Sustituir a ZP y anular a la vicepresidenta De la Vega, que dispone del otro grupo informativo de cámara: Prisa.

Más. Si el público asistente representaba un termómetro ciudadano, el aplausómetro puede servir de guía. Como siempre, los cuerpos más aplaudidos fueron la Guardia Civil y la Legión. Curiosísima la discreción con que fueron recibidos los de la capa blanca, es decir, los regulares de Ceuta y Melilla. Interpretación, asimismo privada: el público asistente conoce los entresijos militares y sabe que más de una tercera parte de esos regulares son españoles de origen marroquí, cuya obediencia primordial es al Rey de Marruecos. En caso de conflicto, muchos dudamos de su lealtad a la bandera que han prometido defender. A fin de cuentas, esas mismas tropas, muchas de ellas residentes en Marruecos, ya han traicionado a España en el pasado.  

Eso sí, el desfile militar del 12 de octubre ha demostrado que, en 30 años largos de democracia, la presión nacionalista ha resucitado el patriotismo español, el nacionalismo, si lo prefieren. Vibra en el aire, entre votantes de derecha y de izquierda, un cierto hartazgo por las exageraciones nacionalistas, con los socios del PSOE en la Generalitat, los independentistas de ERC, calentando el desfile con la afirmación de que la fiesta de la Hispanidad conmemora un genocidio. Precisamente la hispanidad, el único proceso de colonización de toda la historia moderna, cinco siglos a cuestas, que acabó en mestizaje.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com