Increíblemente limitado, asegura el dictador, es el tiempo que le queda a la humanidad para evitar una guerra nuclear.

Fidel Castro es un tirano peligroso pero, por esa razón, hay que escucharle atentamente. Tiene buena información y muy mala leche y ambas condiciones le acreditan como profeta. Su amistad con Irán y Corea del Norte obligan a no hacer caso omiso a sus advertencias.

Su vuelta a la política activa no ha tenido nada que ver con la disidencia policía, sino con la amenaza nuclear, naturalmente si Estados Unidos e Israel se atreven a evitar que el régimen de los ayatolás se convierta en una potencia nuclear.

Y cuidado con el ingobernable Pakistán, cada vez más talibán, ya es una potencia nuclear.

Eulogio López

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