Ya hemos recordado en Hispanidad que el presidente del BBVA, Francisco González, tiene obsesión holandesa. La ha tenido siempre, y con tal de fusionarse con ING o ABN, las dos grandes entidades de aquel país, tan abierto económicamente, sería capaz de vender todas sus participaciones industriales.

Tras el fracaso en Italia, FG necesita una operación que le acredite como un gran banquero. No tiene mucho tiempo : sabe que el Gobierno socialista va a por él -septiembre es la fecha, afirman en Moncloa- y que volverá a intentar desbancarle de la Presidencia del BBVA.

Ahora bien, ING vale 55.000 millones de euros, mientras el BBVA se queda a las puertas de los 46.000 millones. Además, ING es la bestia negra de toda la banca española.

Por el contrario, está el ABN, una entidad a caballo entre la banca y los seguros. No atraviesa su mejor momento, y vale 39.000 millones de euros. Además, es hermano de fracaso en Italia, porque el gobernador del Banco de Italia Antonio Fazio se lo está poniendo tan difícil como al BBVA, en su intento de hacerse con la Antonveneta. Parafraseando al fallecido Pedro Toledo, la boda entre BBVA y ABN sería el matrimonio entre un sicótico y un sifilítico, no por sus estados contables, que, al menos en el caso del BBVA, son notables, sino al hecho de que vuelven derrotados de la trifulca trasalpina.

Pues bien, eso es lo que desea FG. Le va mucho en el asunto, porque sus enemigos no están en Italia: están en Madrid.