La sentencia del caso Banesto afea la conducta de FG pero no le condenó por este caso, que sí tuvo una influencia decisiva en las condenas de Conde, Romaní y Pérez Escolar. FG valoró en 105 millones de euros una empresa con un capital social de 1,1 millones. Él invirtió 48.000 euros, pero si no se hubiera llegado a la intervención, habría cobrado 4,2 millones de euros. En la City financiera madrileña todo el mundo se pregunta por qué la SER de Polanco, brazo armado del Gobierno, utilizó el caso de la venta de FG Valores, en lugar del caso Oil Dor.   

Oil Dor es una sociedad que nace en marzo de 1991, como un instrumento jurídico con el capital social mínimo (10 millones de pesetas o 60.000 euros). Instrumento porque lo que pretendían sus fundadores, los hermanos Carlos y Manuel García Pardo, según afirma la sentencia del caso Banesto, era aprovechar sus relaciones con Mario Conde, Arturo Romaní y Rafael Pérez Escolar para que entrara la Corporación Banesto en el capital. El objeto social era la explotación de gasolineras en régimen de propiedad, arrendamiento o concesión, nada menos que entre 110 y 120 estaciones. El único problema es que había que hacerse con esas gasolineras.

En octubre de 1991, se produce la primera ampliación de capital social, hasta los 1,1 millones de euros. Es ahí cuando el actual presidente del BBVA, Francisco González, entonces al frente de FG Inversiones Bursátiles, decide suscribir el 4% del capital. Es decir, decide invertir unos 48.000 euros en la operación. Ahora bien, casualmente, y cara a la entrada de Banesto en el capital, FG Inversiones Bursátiles recibe el encargo de valorar la sociedad. Ya es extraño que un accionista valore una sociedad, pero FG decide hacerlo a lo grande. Considera que todas las expectativas se van a cumplir y que Oil Dor, una empresa sin activos, un proyecto al parecer con mucho futuro pero sin ningún presente, vale 105 millones de euros (desde el 1,1 millones de euros de capital). En definitiva, que, sin haber hecho nada, la empresa multiplicó su valor por 100. Esto ocurría a principios de 1992, año en el que se preveían unos beneficios de 20 millones de euros (¡el primer año!) y que terminó con unas pérdidas de 1,9 millones de euros.

En definitiva, Francisco González, que había invertido 48.000 euros, podía haber cobrado, si Banesto hubiera hecho caso de su valoración (y lo habrá hecho, pues figuraba como inversores Mario Conde y Arturo Romaní), la bonita cantidad de 4,2 millones de euros, más sus estipendios como valorador, claro está. Es lo que se dice un buen negocio.

Los jueces no condenaron a FG, entre otras cosas porque uno puede equivocarse en la valoración, claro está, pero sí recuerdan que Francisco González, quien realizaría la valoración del negocio en que se apoyó la inversión de la Corporación Banesto, tenía interés en el negocio, porque suscribió acciones en la ampliación de capital de 1991. La valoración dada por FG Inversiones Bursátiles al negocio, y que acríticamente fue asumida por los acusados en atención al móvil que les animaba, era una valoración perjudicial a los intereses de la parte compradora (Banesto), porque el precio establecido trataba de que el vendedor (los hermanos García Pardo, Conde, Romaní, Escolar y el propio FG) obtuviera el máximo beneficio.

Y concluyen los jueces: Así se reconoció en el plenario por Francisco González.

Los jueces del caso Banesto se dedicaban a Mario Conde y su equipo, que aún están en prisión. FG no fue condenado por el caso Oil Dor, a pesar de que la propia sentencia afea su conducta, al intentar multiplicar por 100 su inversión en esta empresa, con cargo a los accionistas de Banesto, propietarios de la corporación industrial del mismo nombre.  

Mientras tanto, en la City financiera madrileña todo el mundo se pregunta por qué la SER de Polanco, brazo armado del Gobierno, utilizó el caso de la venta de FG Valores, en lugar de los casos Oil Dor, o las relaciones financieras entre la Argentaria presidida por Francisco González y el grupo de empresas de la familia Rato. Todo indica que FG ha ganado la primera batalla contra el Gobierno, pero no la guerra. Esto no ha hecho más que empezar.