Sr. Director:

No podía ser de otra manera. Inmersos en la tenebrosa vorágine de sectarios coqueteos y alarmantes amistades entre el PSOE y los fanáticos nacionalismos, amenazados y chantajeados por el terrorismo separatista, ajenos a los contactos que mantiene el Presidente del Gobierno con aquellas siniestras siluetas que posan ante las cámaras mostrando al mundo entero las secuelas de necias huelgas de hambre que les convierten en víctimas de sus propios disparates sensacionalistas, se hace público el nombre y rostro del próximo ministro de Justicia.

Explicaba el magnífico magistrado Francisco Racionero, en su obra Antileviatán: la cultura de los derechos, qué eran los jueces. Y lo hacía así: Son, en todo caso, personas que, aunque suene sorprendente, no provienen de Júpiter, ni siquiera de Marte; algunos con familia, otros sin ella, simpático alguno, aburrido y romo el otro, aquél alto, este feo  y así sucesivamente. En esta explicación, cargada con las mismas cucharadas de humor que de cordura, pasaba por alto aunque más adelante lo abordaba- la condición ideológica o la afinidad política del jurista, que si bien no hablamos de autómatas sino de personas, debe mantenerse al margen en cualquier decisión a tomar, acción a emprender o entrevista que conceder.

Pero si hay algo que no se le puede negar al Gobierno de Rodríguez Zapatero es, sin lugar a dudas, la abrumadora falta de responsabilidad democrática, la ausencia de cualquier vestigio del más mínimo sentido común y, en fin, la escasez generalizada de seriedad y sensatez para poder llevar las riendas de España. Y digo esto no por un estado febril de alucinaciones fugaces, sino porque el nuevo ministro de Justicia responde al nombre de Mariano Fernández Bermejo. ¿No sienten un leve temblor de piernas al leer su nombre?

Este individuo de barba canosa y amplias gafas, nombrado por Conde Pumpido sin el apoyo del Consejo Fiscal, cegado por su afán de perseguir al Partido Popular hasta el último puesto fronterizo del más alejado país, expedientado por filtrar una querella a la Cadena Ser y a El País, es el autor de una frase que haría temblar al mismísimo Montesquieu si siguiera entre nosotros: Soy de izquierdas y como tal actúo. No entiendo cómo sigo escribiendo sin antes cerrar todas las ventanas y puertas, quemar las obras liberales que llenan las estanterías de mi casa y hacer desaparecer de inmediato cualquier rastro de información que pueda identificarme con el Partido Popular. Debe de ser que soy demócrata, que amo la libertad y como tal actúo.

El peligroso exhibicionismo mañanero del fiscal, ministro de Justicia en unos días, significa una de las carbonizaciones más flagrantes de la independencia exigible a todo jurista. Quizá sus mentes ya hayan comenzado a perfilar posibles adjetivos que definan la actitud de este pirómano de la democracia. Pues bien, ya es conocido como el fiscal anti-PP. ¿Alguien duda de que, de aquí en adelante, nuestro Ministerio de Justicia reparta justicia? Yo suelo ser muy desconfiado y como tal actúo.

Ignacio de Saavedra Lage

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