Sr. Director:

Nadie me quita de la cabeza que Felipe el Indeciso se apresuró a casarse. Pensar que con sólo esperar unos meses más ahora habría tenido el doble de posibilidades para elegir. Por ejemplo, y sin pretender desmerecer a su consorte, él, que le gusta el deporte, podría haber aspirado a casarse con un tenista profesional, o con un boxeador, o ¿por qué no? con un luchador de sumo.

Seguro que ni siquiera habría tenido la oposición de su mamá, como le pasó a Prince Charles. Además, imagínese el talante de la descendencia que surgiera de semejante unión... (No sea malo, no me pregunte cómo, pero no dudo que se las ingeniarían para lograrlo).

Lo que todavía no termino de dilucidar en cómo se distribuirían las responsabilidades en situaciones tan típicamente femeninas como, por ejemplo, depositar una ofrenda floral en homenaje a un terrorista muerto en combate, cortar la cinta en la inauguración de un puente entre España y alguna ex-provincia española, o estrellar una botella de champaña en la botadura de una fragata destinada a proteger a nuestros hermanos del Caribe. Pero seguro que llegarían a un acuerdo, como ser: Hoy tú vas al desfile de modelos y yo voy mañana al té de beneficencia.Pero volviendo al príncipe heredero, ¿llevaría primero el apellido del padre y luego el del padre, o al revés? ¿Cuando aprendiera a hablar, qué palabra diría primero, papá o papá? (-¡Me dijo papá!; -¡Pero no, hombre, es obvio que a mí me lo dijo!; etc.) Y para terminar, si los padres se separaran, ¿el vástago iría con el papá o con el papá? Pero llegado el caso, nuestro Rey, aún con toda esa hipotética trayectoria, ¡tendría el consuelo de poder a aspirar a rehacer su vida con una boda religiosa!

Enrique Gonzalvo

enrique.gonzalvo@gmail.com