El ex presidente reunió al español y al mexicano en el yate de Cereceda el pasado mes de agosto, en Ibiza. Mientras, el oligopolio mediático de Zapatero se resquebraja: los perdedores se juramentan contra el reparto de la TV digital: Almuerzo en la sede madrileña de Planeta.

Alguien veía días atrás a Felipe González, con un refulgente polo amarillo, salir de la joyería neoyorquina Tiffanys, allá donde te dan los buenos días por el módico precio de 1.000 dólares. Como ahora se dedica a diseñar pendientes de señora para Elena Benarroch es lógico que le guste observar a la competencia.

González se lleva una vida muelle, pero sigue muy activo, aunque sólo se involucra en las grandes decisiones. Menudencias, abstenerse. Por ejemplo, el ex presidente del Gobierno fue el muñidor, pasado mes de agosto, de un encuentro en un yate en Ibiza, un encuentro entre sus dos grandes amigos: el mexicano Carlos Slim (el hombre más rico de Iberoamérica) y el Jesús Polanco, el editor más poderoso en lengua castellana.

El hombre de Teléfonos de México, y controlador en la distancia de Televisa (se dice que nada se mueve en México, el país hispano más poblado-, sin que Slim dé su consentimiento. Exageraciones, sin duda, pero su fortuna y sus tentáculos no precisan exageración alguna. No es la primera vez que Polanco y Slim hablan y negocian, pero siempre ha sido de la mano de Felipe González. Por ejemplo, el hombre de PRISA en México, el inefable, Antonio, sabe muy bien que Polanco nunca entra en México si no es con permiso de Slim, y que Slim nunca le pisará la cola a Polanco en España. Si Navalón no soluciona cualquier fricción entre ambos, o interviene González.

Pues bien, el encuentro tuvo lugar en un yate de Luis García Cereceda, otro de los inmobiliarios amigos de González que se hizo multimillonario durante el felipismo. El hombre de Lugarce, también está de retirada, al igual que Polanco, y al igual que Slim ninguno tiene clara la sucesión.

Por de pronto, la idea es que Slim entrara en el capital de Sogecable (repartido entre Polanco y Telefónica). No es un secreto que el monopolio de la TV de pago empieza a cansar a Polanco. Las cuentas no van tan mal como dicen sus enemigos muy mala gestión tendría que haber realizado para que, siendo un monopolio, no consiguieran unos buenos resultados. Sin embargo, el negocio de la TV de pago se está volviendo global, lo que, en pocas palabras, significa que exige masas críticas de alcance planetario para salir adelante. Rupert Murdoch otro editor global con problemas de sucesión- sabe mucho de eso.

A fin de cuentas, Slim se quedo sin Amena, que Zapatero decidió fuera a manos de France Telecom y no de Slim y el mexicano se muere por entrar en España.

Ahora bien, el patio editorial hispano anda movido por otras cuestiones, entre otras, por la marcha, nunca suficientemente ponderada, de Miguel Barroso de la Secretaría de Estado de Comunicación. Veamos: el pasado miércoles 5, José Manuel Lara, propietario de Planeta -es decir, de A-3 TV, el supuesto canal televisivo del PP-, invitaba a comer en la sede madrileña de la entidad (Paseo de Recoletos, al lado mismo de Cibeles) al presidente de Tele 5, Alejandro Echeverría y, lo que es más importante, al primer ejecutivo del Grupo Vocento, el consejero delegado, José María Bergareche. También estaba allí Javier Castellanos, de Recoletos. En otras palabras, estaban los damnificados por la política de Rodríguez Zapatero, quien les prometió a los actuales señores de las teles la perpetuación del actual oligopolio televisivo en la era digital.

La pieza clave está en Vocento. Todo el oligopolio ideado por Miguel Barroso consistía en que El Gobierno se comprometía a presionar a Berlusconi para que el grupo vaco, editor del ABC y de la cabeceras regionales más importantes del país, consiguiera recuperar el control de los informativos de Tele 5, si hiciera al caso aumentando su participación actual (12%) en el canal líder. Lo que ocurre es que, como reconocen en Moncloa, Berlusconi no tiene la menor intención de perder el control ideológico, es más, ha prometido al PSOE el canal más filosocialista de todos, con Juan Pedro Valentín al frente. El primer ministro italiano sólo cree en la ideología de la cuenta de resultados.

Ahí se rompe la baraja: el pacto del 29 de junio, cuando Zapatero invita a los editores a comer en Moncloa, queda roto. No hay nada que hacer.

Vocento se cansó de esperar y ha impugnado el concurso de TV digital, una forma de molestar, porque la pugna no está ahora en la futura TV digital sino en la actual TV analógica, pero obliga a recordar que la procesión va por dentro.

Naturalmente, a Vocento se le unió tanto El Mundo como Recoletos, ambos representados, cómo no, por Jaime Castellanos. Ellos también se han quedado fuera del reparto y condenados a esperar la digitalización, en el mejor de los casos, para 2010.

Al final, la política española no pasa ni por los grandes principios ni por Melilla, pasa por la tele.