La visión profética de Fátima no ha concluido. Es la segunda vez que el Papa Benedicto XVI asegura que Fátima no es una predicción ya superada sino que, como diría un castizo, todavía va a dar mucha guerra.

Para quienes poseen una visión muy apegada a tierra, las palabras del Papa significan que sabe algo que yo no sé, por lo que debo ponerme inmediatamente a especular.

La verdad es que el gran secreto de Fátima consiste en que La Virgen María  se aparece a tres pastorcillos. Viene a decirles y perdonen la traducción -que las cosas no van bien y el juego de la historia no ha cambiado ni puede cambiar: pero eso ¡a unos niños!-. María de Nazaret les enseña el infierno, una visión no muy agradable. Lo que viene a decirles es la evidencia escondida durante el siglo más homicida de la historia, el siglo XX: que hay otra vida más allá de la muerte, que en definitiva, es decir, que en ella la libertad no se ejerce sino que se disfruta y que existe un cielo y un infierno.

Por eso la visión profética de Fátima no ha concluido. La evidencia sigue siendo ocultada, permanece escondida por una razón: muchos hombres han perdido la fe y lo malo de perder la confianza en Dios -la fe no es más que confianza y abandono en las manos de Cristo- es que se pierde la esperanza y, con ella, la alegría.

Esa desesperanza ha sido la tónica del siglo XX, un siglo ante todo melancólico, con la depresión encabezando las patologías modernas.

Por supuesto que la profecía  de Fátima no se ha cumplido. Es la profecía de la vida y la muerte de la esperanza y de la desesperación, allá donde la humanidad se juega, no el futuro, sino el presente. Porque sabrán ustedes que el futuro ya no es lo que era.

Eulogio López

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