Zapatero sigue en lo de siempre: ofrece subsidios, que es lo que da votos, no salarios. A los subsidios les llama derechos de los trabajadores, cuando no es otra cosa que una compra de votos con dinero público, con dinero que no es suyo, con el dinero de los demás, además de un fomento (siento decirlo, porque resulta ofensivo para quien realmente lo intenta y no encuentra trabajo ni tiene fuentes de ingresos) de la vagancia. No hay nada peor que acostumbrar a un pueblo a la subvención pública, es una especie de planta dormidera de la sociedad.

 

Lo peor no es el aumento del déficit. Los subsidios no constituyen la partida fundamental del Estado. Lo peor es que, con esa presunta preocupación por los más débiles lo que hace es comprar votos. Insisto: el Gran Hermano televisivo, que es lo que controla y utiliza ZP como no lo ha hecho nadie durante toda la etapa democrática, vende estos subsidios de 426 euros como defensa de los derechos de los trabajadores.

Al menos, podría exigir que los beneficiarios cumplieran alguna labor social, por transitoria que resulte, a cambio de ese subsidio. Eso fomentaría una cierta actividad, una cierta gratitud a los compatriotas -de la que andamos bastante escasos-, un cierto aprendizaje y una cierta esperanza, de la que los españoles andamos no escasos, sino carentes. Y, de paso, aumentaría la cultura cívica. Por ejemplo, limpiar pintadas es una buena forma de asear las ciudades -que están muy sucias- y de luchar contra el gamberrismo -que está muy crecido-. Pero también puede consistir en plantar árboles o en apoyos educativos o sanitarios.

Así, de paso, aprenderíamos la lección que el llamado buenismo de ZP no ha  logrado aprender: ser pobre puede ser una injusticia pero no es un mérito. Y un segundo mandamiento. La única condición para ayudar al menesteroso es que éste quiera dejar de serlo.  

Eulogio López

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