El Gobierno Zapatero ha recibido con honores de gran estadista al nuevo presidente boliviano, Evo Morales, aún antes de su toma de posesión. Se repite desde los medios afines al zapaterismo que Morales ha vencido una elección democrática, y se oculta con decisión que no aceptó las anteriores elecciones, asimismo democráticas, en las que perdió, y tras las que se comportó como un matón, atentando claramente contra el Gobierno democrático con todo tipo de amenazas, huelgas salvajes, cortes de carreteras e imposición de su propia ley en las zonas del país que controlaba, que no eran pocas ¿Qué es un demócrata, el que respeta los resultados electorales cuando gana, o también cuando pierde?

Y más. Evo Morales no tiene una ideología democrática porque lo que pretende es la revolución marxista, ahora vestida de indigenismo. Sus modelos son Castro, dictador permanente, y Chávez, que ya ni disimula, y certifica legalmente, que se va a quedar otro cuarto de siglo por el momento. Chávez ha llegado al poder por procedimientos democráticos al igual que Hitler o los fundamentalistas turcos- pero sólo podrá ser sacado de él como Hitler o los fundamentalistas turcos: por un procedimiento tan poco democrático como la fuerza; él no deja otra opción. Hitler llegó al poder sin pucherazos, pero no era un demócrata, era un votócrata. El voto democrático sólo lo quería para terminar con la democracia.

Morales no está aún en la posición de Chávez ni de Castro, ni de Hitler. Pero, por el momento, no ha hecho otra cosa que rendir pleitesía a los dos tiranos más peligrosos del mundo hispan Castro y Chávez. Han sido sus primeras visitas al exterior. La tercera es España.

Y todas estas aparentes contradicciones derivan de una confusión muy habitual: la democracia no consiste en elecciones libres. Ese es un instrumento necesario pero no la raíz ni el objetivo de una democracia, el mejor sistema posible. La democracia consiste en el respeto a los derechos humanos de la persona: derecho a la vida, derecho la propiedad, derecho a ganarse una vida digna, derecho a expresarse con libertad, derecho a adoptar la religión que más le convenga, derecho al cultura, derecho a moverse sin barreras, etc. Dictatorial es el gobierno que dificulta o impide esos derechos; democrático es el Gobierno que no sólo los respeta sino que los tutela. El Gobierno que no respeta y ampara esos derechos, no es democrático, por muy democráticamente que haya llegado al poder. De otra forma, se plantea la eterna pregunta de Aristóteles: ¿Qué es democracia, lo que quieren los demócratas o lo que preserva la democracia?

El nuevo indigenismo de Evo Morales y compañía pretende lo primero, pero la respuesta está en lo segundo. En definitiva, el indigenismo hispano, y otros muchos tiranos, como es el caso del ruso Vladimir Putin, no representan a la democracia, sino a lo que podríamos llamar votocracia, o gobierno del voto. Sólo les interesan las urnas como medio para destrozar el sistema, y su principal obsesión consiste en seguir ganando elecciones sin pucherazos, para los que necesitan controlar todos los resortes de poder, especialmente los medios informativos, altavoces e la libertad de expresión. Ese es el nuevo tipo de tiran el déspota democrático, más bien, votocrático.

Y es que nadie puede violar esos derechos aunque haya obtenido el 101 por 100 de los votos escrutados. Que es lo mismo que decir: aunque la inmensa mayoría de la población, por razones muy democráticas, considere que yo debo ser fusilado, los derechos humanos no sólo me permiten defenderme para evitarlo, sino incluso defenderme con medios proporcionales a la agresión. Simplemente, porque mi derecho a la vida es anterior y está por encima de una decisión democráticamente tomada por la mayoría.

Evo Morales todavía tiene que demostrar que es un demócrata. Los primeros pasos que ha dado presagian lo contrario. En principio, estamos ante un dictador populista y demagogo, que sigue los pasos de Castro, Chávez, Ortega, Toledo, Kirchner o Tabaré. Un representante más de la votocracia.

Y es que el tirano de hoy sigue el esquema Putin: ya no se pretende la revolución marxista, o fascista del siglo XX, lo que se pretende es Popucracia: ganar el poder democráticamente y luego reducir los derechos individuales a la mínima expresión. Reparen en que pocos dictadores con muchos años en el poder pierden unas elecciones o un referéndum realmente democráticos. Es lógico, todos los resortes sociales están en su poder, y sus triunfos electorales son ideológicamente incontestables. Pero siguen siendo unos repugnantes tiranos.

Eulogio López