Los mezclados en el negocio de la muerte juzgan que, para librarse el sida, es imperioso el empleo masivo de los profilácticos, pero ninguna campaña centrada en los condones ha logrado detener la epidemia.

Por el contrario, lo han conseguido los terruños que han reconocido, prioritariamente, el retardo de la edad para comenzar las relaciones carnales y la monogamia.

Ya son 25 millones de mortales los que han muerto desde que se detectó el virus, por primera vez, en el año 1.981. En los programas para la propagación del condón, se barajan intereses comerciales e ideológicos, cuando incumbiría impulsar otras medidas preventivas que, en Salud Pública, se definen como medidas de evitación del riesgo.

La divulgación del preservativo es un desastre ya que en Sudáfrica, país con unos 48 millones de aborígenes, se han repartido, recientemente, más de medio millón de condones, pero la epidemia sigue descontrolada. Por el contrario, países como Uganda, Zimbabwe y Kenia, sí han conseguido detener el virus de la muerte, con las medidas de evitación del riesgo, esto es, el retraso del principio de las relaciones sexuales y la monogamia.

Como ya es conocido, los laboratorios estadounidenses Pfizer han adquirido Wyeth previo abono de 50.000 millones de euros por su compra. La proeza refuerza a uno de los colosos del medicamento. Pero Wyeth vende condones, píldoras abortivas y anticonceptivas. Por ello, Pfizer amplía, con esta adquisición, su cuota de mercado en el negocio de la muerte. Muchos usuarios reaccionan adquiriendo fármacos alternativos con el mismo principio activo, pócima llamada anticonceptivos de emergencia. Este es el interés económico que existe detrás de la llamada industria de la muerte.

El empleo del condón va en contra de la vida de un potencial ser humano. Cuando el exterminio de una vida inocente e indefensa se juzga como un derecho, la justicia se torna en injusticia. Cuando el derecho a la existencia deja de estar tutelado, se pone en entredicho el derecho mismo.

Clemente Ferrer Roselló

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