En el siglo XIX había decenas de periódicos en cada país, centenares en lo que hoy es la Unión Europea. Hoy, en España, existen cuatro periódicos que pueden ser tildados de nacionales, a los que podríamos añadir los dos de Barcelona. Además, las radios y las televisiones, así como las productoras audiovisuales, están en manos de los mismos: los poderosos multimedia, que pueden contarse con los dedos de las dos manos, y cada vez más con los de una sola.

Este proceso de concentración informativa, que ha convertido a los editores, no ya en poderosos empresarios, sino en los líderes naturales de empresarios y políticos, puede acabar con la democracia. Así de simple. Porque se trata de un proceso que ha afectado a la política, a la empresa y a los grandes difusores culturales (estos últimos filiales de los grandes multi-editores). La práctica totalidad de Occidente está regida por el bipartidismo político, y a veces cuesta discernir entre el ideario del centro derecha y del centro izquierda.

En economía ocurre lo mismo. La libre competencia, principio primero de la economía del siglo XXI, se basa en el enfrentamiento entre dos grandes competidores, que se reparten una cuota abrumadora del mercado.

Y todos ellos, los dos partidos políticos, las dos tendencias culturales, las dos grandes multinacionales por sector y, en especial, los dos grandes grupos mediáticos, configuran lo que llamamos democracia. Como hay dos, hay donde elegir, y mientras se pueda elegir, piensan algunos, podemos hablar de democracia.

El Sistema semeja un combate de lucha libre amañado, donde los púgiles exhiben una ferocidad que poco tiene que ver con la realidad, y donde todos obedecen una serie de mandamientos, aunque no se permita la discrepancia sino dentro de unos límites previstos de antemano. ¿Quién domina ese Sistema? Lo que podrimos llamar la plutocracia mediática: editores aliados con políticos y empresarios.

Sin embargo cuando a la libertad se le cierra la puerta siempre encuentra una ventana por la que colarse. En Francia, cuna de la Unión Europea, ha vencido el no a una Constitución que avalaba la plutocracia que nos gobierna. ¡Ojo!, Giscard d Estaing ha amenazado : si no se aprobaba su Constitución a la primera habría que votar hasta que se aprobara. Giscard es el prototipo de la plutocracia mediática, que considera la democracia como un concepto con ángel, que debe desarrollarse aunque convenientemente manipulado. Por eso, el pulso en Europa es ahora decisivo : si el Sistema prostituye el no del pueblo francés, entonces simplemente se habrá terminado la democracia. Nominalmente persistirá, pero se convertirá en una monumental estafa.

Eulogio López