Decíamos ayer que la batalla final será la batalla eucarística, esto es, batalla sobre el asunto central de la práctica cristiana: Cristo real y verdaderamente presente en las especies eucarísticas.

Consistorio en Roma, G-8 incluido y futuro sínodo en octubre sobre la familia. Estamos calentando motores. De entrada, encuesta lanzada desde el Vaticano a medio mundo para que respondan sobre las necesidades de la familia. Pues no sé yo si esto es muy acertado. Verán el Magisterio. Como su mismo nombre indica, consiste en que el maestro enseñe y guíe al discípulo, no en que el discípulo decida sobre qué debe enseñarle el maestro y, de paso, pasando del qué al cómo, que el discípulo decida sobre la verdad y la mentira.

Quizás por eso mismo, porque el cristiano no es un crítico sino un discípulo. Y el Cuerpo Místico es quien imparte el Magisterio y quien explica el dogma y la liturgia. O como decía aquel cura progresista (sí, lo sé, un cura progre es espécimen todavía más tonto que un varón feminista) "es que hay algunos que están cayendo en el dogma".

Será en Roma donde la familia debe abrirse al mundo. Una de esas frases equívocas. Si por abrirse al mundo se entiende que la familia evangelice el mundo, totalmente de acuerdo.

Pero cuidado con lo de las actitudes abiertas y la mente abierta. Recordemos al gran Chesterton: "Tener la mente abierta es como tener la boca abierta: un síntoma de estupidez. La mente, como las mandíbulas, sólo se abre para cerrarlas de inmediato sobre algo consistente". Como actitud abierta se ha definido la ya polémica intervención del cardenal alemán Walter Kasper. Sin comentarios.

Y luego está la simbiosis entre eucaristía y familia. En plata: donde los clérigos progres, apoyados en las encuestas entre el pueblo clerical, van a dar la palmada con la comunión de los divorciados y vueltos a casar.

¿Por qué es tan importante Pues por lo mismo que resulta tan relevante que alguien no se arrodille ante el Santísimo o que se dedique a parlotear delante del Sagrario. No por el hecho en sí -una grosería más- sino por lo que significa: ¿si alguien cree realmente que la forma consagrada es el mismísimo Dios, no rendiría pleitesía al Creador del universo El  cuerpo es el espejo del alma.

Claro que la Iglesia debe negar la comunión a quien vive en situación irregular. De la misma forma que debe negársela a quien no vive en situación irregular. Lógico: si un cristiano no vive en situación irregular y no está en Gracia de Dios y no puede comulgar si antes no se ha confesado, ¿por qué habría de hacerlo quien no se arrepiente de vivir en contra de las normas del Magisterio Imagínense un conflicto bélico y la imposibilidad de acceder a la comunión por no haber pasado antes por la liberación de la penitencia. Hay gente que vive así mucho tiempo. ¿Y  no le vamos a exigir lo mismo quien, por propia voluntad, está divorciado y vuelto a casar o vive en concubinato

Por lo demás, la familia, y regreso a Chesterton, no sólo es la célula básica de la sociedad: es una "célula de resistencia a la opresión". No es una frase formidable, sino mucho más: es la demostración de que sólo en la familia se nos valora por lo que somos, no por lo que aportamos. En cuanto sales del hogar impera la contraprestación.

Esto es lo que está en juego: evitar la profanación de la eucaristía. No vaya a ser que el que se canse de la actual situación de profanación eucarística no vaya a ser el hombre sino Dios.

Lo demás son menudencias.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com