Estamos en el siglo XXI, ha decretado nuestro canciller, Miguel Ángel Moratinos, en Venezuela, para aclarar la postura del Gobierno español sobre los dos golpes de Estado de Honduras: el de Zelaya y el de la Corte Suprema. Al parecer, para Desatinos la cosa es simple: estas cosas no se hacen en el siglo XXI. Todo lo cual recuerda las palabras de Chesterton cuando alguien le argumentaba a lo Moratinos: Pero, querido amigo, cómo puede decir eso en pleno siglo XX. El periodista británico aseguraba que siempre sentía deseos de responder: Pero, querido amigo, cómo puede decir eso en martes por la tarde. De ahí, colegía que el modernismo no es más que lo que ocurre hoy, sin que ello sume o reste un adarme la veracidad de un hecho o un juicio.

La poquedad intelectual del zapaterismo queda vigente en esta muerte de los matices, en lo que hemos llamado la democracia nominal: es igual que la Corte Suprema, todo el Parlamento, el propio Partido Liberal de Zelaya, estén contra Zelaya. Es igual que todo el follón hondureño se haya originado en un presidente que quería perpetuarse en el poder. Es igual que los amigos de Zelaya sean los nuevos tiranos hispanoamericanos, con Chávez a la cabeza (la cuenca del Orinoco constituye la reserva probada de crudo más importante del planeta). Por cierto, no se pierdan el presente artículo publicado en la prensa hondureña.

Con la simplicidad propia de la progresía de izquierdas o de derechas, Zelaya es el presidente Constitucional (cesado por el Tribunal Constitucional del país) mientras su compañero de partido, Roberto Micheletti asumía el poder y fechaba las próximas elecciones. Da igual. Moratinos metió la pata en Gibraltar, ahora en Venezuela, que maltrata a nuestras empresas, nuestros propietarios y neutros misioneros. Es como para sentirse protegido.

Eulogio López

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