Dice doña Esperanza Aguirre, de profesión librepensadora, y en sus ratos libres presidenta de la Comunidad de Madrid, que lo del cheque escolar es muy complejo y que, por ello, no se ha implantado en ningún país del mundo. Bueno, sí que se ha implantado, en Bélgica y en varios estados norteamericanos, como Washington, y si no se ha implantado más es porque el cheque es liberalismo puro, y a los liberales les gusta el liberalismo pero dentro de un orden: del orden establecido.

Pero quiero decirles a ustedes, solemnemente, que Espe me ha convencido. Ya no me gusta el bono escolar. Darle a los padres, de cualquier nivel económico, el dinero suficiente para elegir para sus hijos el colegio que les venga en gana no es libertad, señores míos, es puro libertinaje.

Lo primero que harían los padres -muy mala gente, como todo el mundo sabe- sería sacar a sus hijos de los colegios públicos, y esto tanto los papás rogelios como los de derechas de toda la vida. Y entonces, ¿qué iba a hacer doña Esperanza con un montón de profesores, administrativos y bedeles funcionarios, a los que hay que pagar el salario por estar cruzado de brazos? Un desastre, señores, un desastre.

Pero el tsunami no sacudiría sólo a la educación estatal, sino también a los coles privados. Con el cheque en la mano y la sartén por el mango, los papis (que, no se crean, pueden ser aficionados en esto de la educación, pero no tontos en esto de la vida), optarían por llevar a sus hijos a los mismos colegios, y los muy perros coincidirán en cuáles son los mejores colegios. Los centros ineficientes o los que contradijeran las convicciones de los padres, tendrían que ampliar instalaciones y los incapaces se declararían en quiebra: ¡Qué espanto, otra reconversión industrial!

Por lo demás, el cheque produciría en el mundo educativo una especie de terremoto similar al que en el mundo político provocaría la ruptura de la disciplina de voto: una anarquía, probablemente muy creativa, lo reconozco, pero inmersa en la acracia total. Si ZP o Rajoy ya afrontan suficientes problemas para que se cumplan sus órdenes cuando, gracias a la disciplina de voto, su incumplimiento conlleva castigo, no les digo nada lo que ocurriría si cada diputado, senador o concejal votara en "conciencia". Lo dicho: la jungla.

De igual forma, el cheque escolar le arrebataría todo el poder a los amigos del PSOE, a los funcionarios y sindicatos de la educación, y a los amigos del PP, los empresarios educativos, religiosos, laicos o mediopensionistas. Incluso -¡La diosa de la Modernidad nos asista!- le quitaría todo poder -e incluso toda responsabilidad- a Esperanza Aguirre, que es la que reparte el dinero de los conciertos y el presupuesto de los centros públicos. Algunos insensatos, gente inmadura o malintencionada, piensan que la libertad se puede aplicar así, por las buenas, sin contar con las instituciones.

Tiene toda la razón, doña Espe: lo del cheque escolar es una locura, que sólo conduce la libertad, a la responsabilidad y la felicidad.

Por el contrario, el actual sistema instala, en permanente contraste, a veces con vehemencia, incluso a bofetadas, ciertamente, pero lo exige el pluralismo, un pulso entre una izquierda funcionarial y una derecha que entiende la enseñanza de los niños como un negocio, combate perpetuo mantenido en el ring de "enseñanza obligatoria" -es decir, el negocio asegurado-, porque la demanda es rígida, generalmente creciente, y libre para elegir entre el duopolio. En España, entre el PSOE y el PP. Es el mismo pulso que constituye la clave del democrático pluralismo izquierda-derecha que se ha mantenido durante siglos.

Al igual que las diferencias entre ricos y pobres, pero esa es otra historia.

No, el cheque escolar es imposible. Esperanza tiene toda la razón. La libertad, con gaseosa, por favor.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com