Sr. Director:
Las medidas legislativas actuales han favorecido un incremento de divorcios, el aborto de las menores de espaldas al consentimiento paterno y la distorsión del matrimonio, abriéndolo a los homosexuales y ¿quién sabe?, a la poligamia.

 

Pero ahora se ha dado la última estocada al eliminar de un plumazo el libro de familia. La familia desaparece de la ley y el padre como cabeza de  la misma, al ningunear el orden de los apellidos de los hijos, que en caso de desacuerdo de los progenitores, podrá ser decidido por el funcionario de turno. Así el ciudadano obtendrá en sustitución, un código personal de ciudadanía, en el que la desvinculación de sus raíces queda promulgado.

Si nuestro presidente es incapaz de favorecer económicamente el país, no es menos cierto que su vertiente ideológica se consuma en los plazos previstos y responde a un plan establecido que prima el individualismo sobre los lazos de sangre, la sumisión al Estado sobre la disposición básica familiar. Los niños y los jóvenes son adoctrinados convenientemente para aceptar las normas éticas, a veces inmorales, que dictan los nuevos y malsanos educadores. Una sociedad de familias desestructuradas pasa factura generando mayor frustración, pobreza y delincuencia y con grandes costes monetarios. Los socialistas han logrado igualar la hecatombe financiera del país con el desarme y la desprotección moral de sus ciudadanos.

¿Quién debe proteger a la familia sino la autoridad ejecutora del bien común?

Isabel Planas