Casimiro ya cumplió los sesenta años y es lo que se denominan un desertor del arado, porque en España es muy difícil vivir del campo.

Tiene una hija de ocho años y decidió montar una pequeña tienda de ultramarinos en un barrio madrileño, no especialmente conflictivo ni marginal, es más, cercano a la Puerta del Sol, en un local que apenas supera los 20 metros cuadrados. Para poder competir con Mercadona y las tiendas especializadas de mercado fresco del barrio abre todos los días de la semana, hasta bien entrada la noche. Como no le cabe la mercancía, deposita las frutas y verduras en la acera de entrada, aprovechando el hueco que deja una barandilla.

El pasado domingo, a eso de las ocho de la tarde, varios jóvenes -no, no eran inmigrantes, eran gamberros indígenas, vándalos españoles- entraron en el diminuto establecimiento y le exigieron la recaudación. Se negó y entonces los valientes mozalbetes le dieron una paliza que le llevó al hospital. No ha cerrado, quizás porque no puede permitírselo, y ahora atiene a su muy numerosa clientela con dos ojos hinchados como globos. La denuncia ha vendido de oficio pero sabe que no valdrá de nada.

En España se está dando un curioso espejismo. La sensación de que el vandalismo y los robos con intimidación y/o violencia, se multiplican y que el gamberrismo cunde en una población diezmada por el desempleo. Sin embargo, el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba (si le das la espalda, te la clava) y el fiscal general del Estado, Cándido Conde Pumpido (encontrarás a ZP si tiras del hilo) aseguran que la delincuencia en España disminuye.  

La explicación es muy sencilla. Hay muchos convencidos de que la denuncia no sirve para nada, salvo para meterte en líos o posibilitar la venganza del agresor. Y es que Juan Español está convencido de que los delincuentes comunes, los que más daño hacen al conjunto de la población entran por una puerta y salen por la otra.

Es decir, lo que doña Teresa Fernández de la Vega califica como sistema garantista.

Por otra parte, los llamados juicios de faltas, generalmente faltas de respeto a los físicamente débiles, niños, mujeres y ancianos, así como los hurtos en viviendas, zonas comunes y automóviles, no es que no se denuncien sino que, sencillamente, no tienen cauce legal para la denuncia.

El vandalismo reina en España pero Rubalcaba, Pumpido y muchos de los que velan por nuestra seguridad no están preocupados por él, quizás porque su seguridad personal está atada y bien atada.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com