Sr. Director:
Nuevamente se repite en nuestra Historia la necesidad imperiosa de una regeneración que acabe con la situación en la que nos encontramos, y que no parece haber tocado fondo todavía.

 

Dependiendo de las sensibilidades, carga sobre cada uno de los españoles una pesada losa que nos tiene sumidos en un lamentable estado y que exige un remedio radical, profundo y duradero sin demora.

No se trata de regenerar España, sino que los españoles son quienes deben regenerarse, uno a uno, individual y personalmente. Si no se acomete una regeneración personal, libre y responsable, no será posible esta urgente renovación.

Es del todo punto necesario recuperar el sentimiento de nación, aparentemente larvado y con esporádicas manifestaciones colectivas. Se hace necesario recuperar nuestra conciencia personal de integrantes de una nación, recuperar el orgullo de sentirse miembros de una colectividad nacional en la que todos somos responsables de nuestro destino individual y colectivamente.

Resulta asimismo necesario recuperar aquellos valores patrios, culturales, sociales y religiosos que fueron en otro tiempo nuestras credenciales presentadas ante el mundo, y que nos dieron crédito y valor para hacernos reconocer y respetar en la Historia. Es forzado volver los ojos y los sentimientos, con serenidad pero con firmeza, a los valores que hunden sus raíces en nuestra civilización, de origen griego, romano y cristiano. No hemos hecho bien relegando al olvido la realidad de nuestras raíces aceptando componendas y peligrosos ensayos de ideologías y prácticas que son las que nos han postrado en este pésimo estado. No conviene caer en la ingenuidad de que, con el tiempo, los mismos errores que nos han hundido moral y económicamente, son los mismos que nos van a sacar del abismo.

La evidente corrupción, tan manifiestamente extendida en nuestros lares, no es más que la última y principal manifestación del abandono de los valores tradicionales, del que son el resultado como consecuencia inevitable. Es inútil combatir la corrupción directamente si antes no se prioriza el rearme moral y ético de los individuos de una sociedad, su base y fundamento. La patente mediocridad política, el arribismo, la carencia de líderes capaces e intrépidos son la causa del desencanto, la apatía y la falta de fuerza de nuestro pueblo para reaccionar colectivamente ante esta ruina, sin parangón con otros desastres históricos.

José Navas Luque