La inmigración no sólo trae crecimiento económico, sino demografía. El 78,6% de los nacimientos producidos en España son de madre extranjera. Y según Solbes, el 80% del crecimiento económico obedece al fenómeno migratorio. La correlación de cifras igual apunta a que el crecimiento económico exige demografía. Pero en todo caso, el dato señala el suicidio de España. Nuestro país languidece por la simple ausencia de españoles.

Y el fenómeno migratorio no tendría ninguna relevancia si España fuera capaz de integrar y asimilar a la población inmigrante. Estados Unidos es una verdadera fábrica de estadounidenses. Llegan mexicanos, pero se integran como norteamericanos. No pierden la lengua ni las costumbres, pero se hacen al nuevo país de acogida. Y con tanto orgullo como el WASP (blanco, anglosajón y protestante por sus siglas en inglés).

Lo mismo ocurre en Francia y en Gran Bretaña. Los que llegan de las antiguas colonias se nacionalizan, se integran. Francia ha cuidado su francofonía como su mayor riqueza. Invierte en educación e infraestructuras, pero a los que despuntan, les ofrecen las oportunidades de la metrópoli. Eso permite disfrutar de una selección nacional imbatible. Son los Zinedine Zidane, nacionalizados e integrados en una Francia que hace franceses.

Lo que vemos en el fútbol ocurre con la industria, la literatura, la banca y los negocios. Francia no es Francia, es la francofonía. Pero para eso hay que invertir, que es lo que España nunca ha hecho. Una buena razón para que Guinea Ecuatorial se integrara en la francofonía: España no tenía nada que aportarle.

Lo mismo ocurre con Gran Bretaña. Es una verdadera fábrica de británicos. La Commonwealth funciona. No es una idea romántica: es una institución. Por supuesto, siempre existen problemas, los que quemaron coches en los suburbios franceses el año pasado eran extranjeros supuestamente asimilados. Los terroristas de los atentados del 7J y de principios de agosto también eran británicos.

Pero tener problemas es siempre mejor a que todo sea un problema. España no fabrica españoles porque España no existe. La estupidez nacionalista se ha comido el patriotismo. Si los españoles no creen en su país, ¿por qué habrían de hacerlo los extranjeros? Por otra parte, España no ha cuidado los territorios hispanos como hicieron franceses y británicos con sus antiguas colonias. Tan sólo la gran empresa ha regresado a la ruta del Dorado a buscar nuevos mercados de expansión para unas compañías que ya gozaban de dimensión suficiente. El Instituto Cervantes para la extensión del idioma es demasiado reciente. Lo mismo le ocurre a la Fundación Carolina, creada para formar en España a la futura dirigencia empresarial hispanoamericana. Por su parte, la AECI ha girado la prioridad de sus objetivos hacia África.

Conclusión: no hacemos españoles. Por eso se producen tan pocas nacionalizaciones. La gente no emigra a España, viene a España a vivir mejor, ganar un dinero, ahorrar si puede y regresar a su país. No se queman las naves porque España lo único que ofrece es bienestar, no una nueva patria. Y mucho menos una patria evangelizadora.

Por lo demás, el déficit de natalidad autóctona revela una clara decadencia de nuestra sociedad. Las sociedades sin hijos son sociedades estériles, abandonadas al momento, con miedo al futuro. Hemos pasado de la necesidad al bienestar demasiado rápido, nos hemos convertido en unos nuevos ricos asentados y comodones. Y lo peor: temerosos de abandonar nuestro bienestar. La demografía es un desastre. Y parece que el gobierno sigue sin darse cuenta. Las ayudas a la familia siguen siendo las más bajas de Europa. Y ya es hora de reaccionar. Porque este invierno demográfico no sólo hace peligrar el sistema público de protección social, sino la misma pervivencia de España.

Luis Losada