El pacto entre el periodista y el presidente del Gobierno es simple: El Mundo golpeará al PSOE pero no a Zapatero, a cambio de su apoyo contra Felipe González y Polanco. Continúa la lucha por colocarse en el nuevo mapa informativo español: Vocento quiere abrirse un hueco entre Polanco y Lara. Mijangos propone que el ABC se quede como periódico para Madrid y Sevilla, y entrar en el accionariado de El Mundo. Castellanos no logra vender Recoletos y le ahogan las deudas

Lo más llamativo del zapaterismo, es que todo, absolutamente todo, es revisable: la unidad del país, la política territorial, la Constitución, el modelo de Estado, el modelo económico, etc. Zapatero tiene previsto quedarse 25 años en el poder y todos sus movimientos se orientan hacia esa dirección: cualquier cambio es aceptable, menos el cambio en la Presidencia del Gobierno. Es como si el país se estuviera reinventando. Por eso, trata con tanta deferencia a Pedro J. Ramírez, director de El Mundo, que muy complaciente se deja querer. Como advirtió en su día el Presidente del Gobierno. A Pedro J. hay que matarle a besos, una imagen muy propia del autor de la alianza de civilizaciones.

Y como todo está en revisión, también lo está la cúpula política y empresarial, especialmente la informativa, que participa del mundo de la empresa y del mundo de la política, a partes iguales. Diez días atrás, el Presidente del Gobierno sacaba tiempo para estar 3 horas con el director de El Mundo. Pedro José, que desde que se ha aficionado a leer libros de historia siente sobre sus sienes el aura que circunvala a los grandes estadistas, comunicó a Zapatero que urgía recuperar la normalidad institucional, lo que, según él, se conseguiría con un cara a cara entre Zapatero y Rajoy, naturalmente con el plmífero como árbitro u hombre bueno. Zapatero estuvo de acuerdo, y la primera gestión también obtuvo el visto bueno de Rajoy, pero alguien advirtió al presidente del Partido Popular que no podía permitir que el director de El Mundo se convirtiera en el valedor de la derecha, y finalmente declinó la invitación. Naturalmente, lo que los servicios de Moncloa han venido de puertas afuera, ha sido una invitación formal del Presidente Zapatero al líder de la oposición. Si finalmente se celebra la reunión, por el momento anulada, será ese el método, sin intermediario.

El protagonismo de Ramírez no acaba ahí. Por ejemplo (no, no es una inocentada, ya ha pasado el 28 de diciembre) durante una cena celebrada el pasado mes de noviembre en Londres, en casa del ex presidente de Telefónica, Juan Villalonga ahora vuelven a ser amigos- Ramírez improvisó un discurso -que últimamente le resulta muy querido- sobre la necesidad de regenerar ideas e ideologías para el nuevo siglo, no sólo en España, sino en toda Europa. Luego, se centró en nuestro país, donde consideró que la Monarquía ha agotado su ciclo histórico, y que la desconexión entre los españoles y las Jefatura del Estado es cada vez más acentuada. Al final, ante el asombro de los presentes, y del propio Villalonga, Pedro J. Ramírez se refirió a la posibilidad de un cambio pacífico hacia una III República y, pasando de lo institucional a lo personal, consideró que él podía ser un presidente idóneo para ese III República. A nadie se le atrancó la cuchara en la garganta, aunque es muy cierto que Ramírez aludió a la necesidad de un líder proveniente de la sociedad, no de la clase política, sobre la que el pueblo siente una gran desconfianza. A uno de los presentes le vino a la mente el discurso de Mario Conde sobre la sociedad civil que emerge. Precisamente de Mario Conde, que apoyó el proyecto de El Mundo donde los primeros y difíciles años (El Mundo nació en octubre de 1989, dos años después de que apareciera en escena Mario Conde), estuvo en la gestación de El Mundo pagada por Banesto, naturalmente- y que realizó una encuesta -con el dinero de Banesto, naturalmente- sobre sus posibilidades para ser Presidente del Gobierno. En ese sondeo no público se preguntaba a los encuestados qué pensarían de un Pedro J. Ramírez ministro de Exteriores de un Gobierno presidido por Mario Conde.

En cualquier caso, Zapatero y Pedro J. no se entenderían con tanto ahínco si no fuera porque ambos tienen un enemigo común, mejor dicho, dos: Felipe González y Jesús Polanco. La obsesión de Ramírez es superar a El País, al tiempo que evitar lo que más temía el 14 de marzo de 2004: que la vuelta del PSOE al poder supusiera la venganza de Felipe González. Por su parte, Zapatero considera que su principal enemigo político es el felipismo. González considera que su sucesor es un majadero insensato, un aprendiz de brujo capaz de cualquier bestialidad, mientras que lanza con Jesús Polanco el nombre de Javier Solana como sustituto en el liderazgo del socialismo español. Y Polanco le apoya, al menos hasta allí donde la crítica a Zapatero no provoque el regreso de la derecha. En definitiva, Pedro J. y Zapatero se entienden de maravilla, que nada une más que los enemigos comunes.

Y todo ello gira alrededor de la constitución del nuevo mapa político e informativo. El oligopolio de grandes editores corre el riesgo de convertirse en un duopolio entre Jesús Polanco y José Manuel Lara (a quien, por cierto, Zapatero también cuida con esmero). Vocento quiere abrir brecha quiere ser la tercera pata, y Pedro José lo mismo, aunque al director de El Mundo preferiría ser la tabla que se sitúa sobre las tres patas anteriores. Sólo que no puede.

Veamos, por de pronto, el grupo Rizzolli Corriere de la Sera (RCS) propietario de El Mundo, quiere colocar una participación en el mercado. El problema es que todos los posibles aspirantes están de acuerdo en que El Mundo sin Pedro J. pierde su principal activo pero, al mismo tiempo, nadie quiere compartir poder con Pedro J. dado que el periodista tiene una concepción muy particular del reparto de poder.

Y ahí surge Vocento. Juan Mijangos, al número dos de Vocento se le ocurre una idea genial: ¿Qué pasaría si se convirtiera ABC en un diario de Madrid y Sevilla, se comprara una participación en El Mundo y El Mundo se convirtiera en el diario nacional de Vocento? En definitiva, suicidar el ABC. Naturalmente, los Luca de Tena podrían el grito en el cielo, pero lo cierto es que Vocento no ha logrado su obsesión de convertirse en la tercera pata. Tiene, también, la posibilidad de adquirir Recoletos, que para algo está en venta, pero el problema sigue siendo el mismo : Jaime Castellanos está endeudado hasta las cejas. El lanzamiento del gratuito Qué! Ha salido peor de lo esperado, y la próxima salida del ADN de Lara puede condenarle a la Segunda División.

La respuesta de Pedro J. es la de siempre: mientras yo permanezca al frente de la línea ideológica, el asunto marcha: puede que conmigo no quieran comprar, pero sin mí no podéis vender. Políticamente, esa postura es muy cómoda: soy el único capaz de lanzar los escándalos que pueden hacer que el PP vuelva al poder y, al mismo tiempo, soy azote del PSOE pero mantengo unas relaciones espléndidas con Zapatero. Un detalle: Ramírez se cuida mucho de establecer lazos con la vicepresidenta primera, Teresa Fernández de la Vega, pues Zapatero se pone celoso en cuanto su segunda adquiere más protagonismo del deseado.

Y así, por las ambiciones de un puñado de políticos y de un puñadito de editores, España es un país que se reinventa a sí mismo cada mañana. Todo cambia, sólo algunos permanecen, y esto es lo que proporciona esa permanente sensación de interinidad, esa especie de vértigo tenso.