El molt honorable Pasqual Maragall ha levantado los cimientos de lo que quedaba de España. Se ha permitido discutir a Zapatero la ubicación del debate sobre financiación autonómica. En la Conferencia de Presidentes se explicará, pero no se debatirá porque no tiene capacidad para decidir. Y tiene razón, la Conferencia de Presidentes no tiene capacidad para decidir nada. Es un foro de encuentro con formato de 3 minutos por barba. A todos café con leche.

Así que el marco adecuado es el Consejo de Política Fiscal y Financiera repiten a coro Zapatero y De la Vega. Lo decidiremos entre todos, añaden. Se les olvidó el todos y todas, señal de que hasta los más progres paritarios son capaces de recuperar el sentido común de tanto en tanto.

Por supuesto, los catalanistas de todos los partidos discuten que el asunto se deba discutir entre todos. Debe de enmarcarse en una negociación bilateral, señalan desde ERC. En el fondo de tal afirmación subyace el mensaje de la existencia de un conflicto entre España y Cataluña, cuando la realidad es que no es posible entender uno sin el otro, ni el otro sin el uno.

Pero vayamos más allá. Cabe preguntarse por qué el sistema de financiación catalán ha de decidirse en el Consejo de Política Fiscal y Financiera. Por qué el Estado cede su competencia de fijar el modelo financiero a un órgano colegiado. Por qué las competencias estatales deben consensuarse con las CCAA. En resumen. Por qué el Estado no actúa como tal, no ejerce la autoridad.

Todo parecido entre Madrid y Washington es pura coincidencia. Y no conviene olvidar que los Estados Unidos gozan de un sistema federal. Pero nosotros, no. Nosotros tenemos un Estado compuesto. Una palabreja que se asemeja mucho a una Unión Temporal de Empresas (UTE). Existe un presidente de la UTE, el Rey, que organiza el proyecto. La UTE tiene sentido temporal, mientras el proyecto se desarrolla, pero carece de personalidad propia. O dicho de otro modo, quien tiene verdadera autoridad en la UTE son las empresas que la forman. Y cada empresa miembro de la UTE es UTE en su cuota parte.

Con España ha ocurrido algo similar.- Los presidentes autonómicos se permiten llegar tarde al almuerzo mantenido con SM el Rey y Juan Carlos I tiene que aguantar la falta de protocolo, lealtad y buenas maneras con un no se preocupen, sé que estaban Uds. trabajando. De la misma manera, la policía nacional y la Guardia Civil debe replegarse de los territorios con policía autonómica y el Gobierno debe apelar a la seguridad privada ahí donde no llegue la Ertzaintza.

Por supuesto, nada de usar el logo común de la UTE si una de las empresas no quiere. Así que cada vez que el Rey visita el País Vaco suena el aurresku, pero no el himno nacional. Y Si Maragall plantea un nuevo modelo de financiación que modifica los estatutos de la UTE y el reparto de los dividendos, los debatimos entre todos y todas.

La cultura autonomista ha impregnado de tal forma que hablar de España ha llegado a convertirse en políticamente incorrecto. Tanto Bargalló como Ibarretxe se permiten afirmar abiertamente a este cronista que dudan de la existencia de España como nación, en tanto que no dudan de la existencia de Cataluña o País Vasco. ¿Se dan cuenta? Lo que existe es FCC, Acciona, Dragados. Lo demás, son UTEs.

Se olvidan de que en teoría de organizaciones, el todo es más que las partes y que las sinergias se producen cuando el todo es superior a la suma de las partes. Unas sinergias que se reparten entre todos y todas de forma que beneficien a todos. Lamentablemente esos beneficios de la unidad se están perdiendo como consecuencia de las tensiones territoriales. Al contrario : los costes del carajal autonómico, la multiplicación del funcionariado y de las instituciones de coordinación interterritorial pesan sobre el ciudadano como una losa.

Pero lo más grave es que se niegue la existencia de una nación milenaria, nacida al calor del derecho romano, forjada sobre la fe cristiana y engrandecida en la gran obra de la conquista y evangelización de Hispanoamérica. El derecho internacional, Santa Teresa, Santo Domingo de Guzmán, Sant Jaume y los fueros son hijos de la misma realidad española que ahora se niega. Queramos o no, los españoles somos hijos de nuestra historia. Y no estoy dispuesto a que nadie la prostituya. Tampoco a que nadie la ignore. Y mucho menos a que me conviertan en un apátrida. Soy español y me siento orgulloso de mi historia, de mi tierra y de mi gente.

Luis Losada Pescador