El sistema financiero español -cajas y bancos- era el más firme de todo Occidente. Con la crisis financiera de 2007 -por cierto, cumplimos tres años y medio de depre económica- cayeron los bancos estadounidenses, los británicos, los suizos, los holandeses, los alemanes y en alguna menor proporción los españoles.

En lugar de dejar quebrar a los quebrados, los políticos, siempre activos a la hora de salvar a los ricos, decidieron nacionalizarlos o reforzarlos con dinero público.

En España, país ligeramente necio, la ministra Salgado y el gobernador MAFO se empeñaron en salvar lo que no necesitaba salvación, con algunas excepciones y, especialmente, decidieron sacrificar a las cajas de ahorros, la joya financiera, industrial y social de este país, obligándolas a convertirse en bancos y lo que es más grave, a vender sus participaciones industriales, es decir, todo el tejido español (ver el resumen de participadas que hizo Expansión), que ahora caerá en manos de los depredadores del capital-riesgo o de empresas extranjeras a precio de saldo.

La famosa reforma financiera de cajas era totalmente innecesaria. Por de pronto, produce esa tragedia: en un país con récord de paro nos quedamos sin empresas o, si lo prefieren, las decisiones de inversión se tomarán fuera.

Y todo ello para que las cajas de ahorros se conviertan en bancos exigiéndoles más capital y la anticipación de Basilea III, que no tenía por qué entrar en vigor ahora y en la que no se tenían que imponer aún más recursos propios de los que se exige a la banca. Dicho de otra forma: no es que las cajas estuvieran quebradas, es que se las obligaba a quebrar o, para ser rigurosos, a ser salvadas con ayuda pública. Tendremos tiempo de arrepentirnos de ello.

Y todo esto dentro de la famosa economía financista que hemos creado, donde la economía real es sierva de la economía financiera. Y dentro del otro principio viral que rige los mercados y las políticas económicas: ni los bancos ni las deudas soberanas pueden quebrar y para que no quiebren tenemos que pagar todos, a escote, sus pérdidas.

Por lo demás, lo que marca la solvencia bancaria no es el capital sino la morosidad. Un banco con mucho capital no es más que un banco grande -esa es la clave de todo lo que está ocurriendo en la economía occidental: que molesta lo pequeño-. Lo importante, independientemente del tamaño del banco o caja de ahorros, o cooperativa de créditos, es que cobre sus préstamos. Por eso era mucho mejor la banca española que la extranjera, porque el Banco de España -lo mejor que hizo Jaime Caruana como gobernador- exigía a las entidades muchas más provisiones -las famosas provisiones anticíclicas- que en Europa o en Estados Unidos. Ese debía haber sido el camino.  

Pero lo que más molesta es que los españoles seamos tan estúpidos que paguemos lo que no teníamos que pagar para ser muy modernos y no tener otra cosa que sociedades anónimas financieras. Y si algún banco o caja estaba realmente quebrado, pues se le deja quebrar y en paz. Pero, en cualquier caso, el mejor banco no es el que tiene mucho capital sino que tiene poca mora.

Eulogio López

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