En muchos países de Occidente, y en especial en aquéllos que poseen un Estado del Bienestar fuerte, las crisis económicas profundas, las que exigen un cambio de ciclo productivo y de forma de vida, vienen precedidas por una crisis de la familia, que en términos sociológicos se denomina disgregación familiar. En primer lugar, porque el aumento de las rupturas matrimoniales y de los divorcios tienen un efecto inmediato sobre la natalidad y se rompe la estructura piramidal del población, con la consiguiente crisis en pensiones y prestaciones sociales.

Pues bien, el diario La Razón ha realizado un buen informe en el que se afirma que uno de cada dos matrimonios termina actualmente en divorcio y que España es el tercer país de la Unión Europea donde más han aumentado las separaciones. A ello podría añadirse que es el segundo país de la UE, tras Italia, en índice de nacimientos, natalidad que sólo la población inmigrante está salvando. En 15 años, 16 millones de niños europeos han sufrido la separación de sus padres, es otra de las conclusiones del reportaje, así como la de que más de 1 millón de parejas han puesto fin a su matrimonio en nuestro país en una década.

Actualizando datos, quizás lo más preocupante sea que la reforma del código Civil impulsada por el Gobierno Zapatero la pasada primavera, y según el cual los cónyuges pueden divorciarse en 3 meses, independientemente del rito por el que hayan contraído matrimonio y sin necesidad de alegar razón alguna, ha multiplicado las rupturas en España.