Las guerras de los españoles son siempre guerras civiles. Les pongo un ejemplo: todavía no se ha empleado un solo euro público en apoyar a la banca española, mientras en Occidente (Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Holanda y Suiza, principalmente) los contribuyentes se han gastado 1,7 billones de dólares en salvar bancos de la ruina. Para ser exactos, en salvar a los mismos intermediarios financieros que han provocado la actual crisis.

Sin embargo, la prensa española, el Banco de España, el Gobierno socialista y la oposición pepera están dispuestos a gastarse hasta 90.000 millones de euros en una llamada reforma financiera absolutamente innecesaria.

Suma y sigue: los ataques más aviesos a la banca española proceden de la prensa española y de los políticos españoles, sea para secundar las injurias de doña Ángela Merkel o sea para responsabilizar al enemigo político de todos los males patrios.

Con la deuda pública ocurre algo parecido: España tiene menos deuda que Alemania o Reino Unido, pero es desde Alemania desde nos llegan más injurias jaleadas por la derecha española con entusiasmo, porque, al parecer, con tal de llegar a La Moncloa vale todo.

O mejor dicho: no basta con destacar los errores de ese desastre con patas que es Rodríguez Zapatero, sino jalear a Merkel para que se comporte como la canciller del IV Reich y destroce la financiación del Reino de España.

Entre el rencor de ZP, las mentiras de Pepe Blanco y demás compañeros del PSOE y la frivolidad de Mariano Rajoy, convencido de que los errores del contrario, no los méritos propios, le darán la victoria electoral, estamos aviados. Nunca soñó don Mariano con 13 puntos de ventaja en las encuestas sin aportar alternativas.  

Somos masocas y somos cainitas, y quizás debido a ambas notas distintivas, vivimos en permanente estado de cabreo. El oficio más difícil en la España de hoy es el de humorista. La polarización política, económica y social es mayor que nunca.

Para mí que deberíamos tomarnos unas valerianas y, de paso, sonreír un poco más. Caramba, tampoco es para tanto. O para tanta mala leche.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com