No es ningún secreto las buenas relaciones existentes entre España y Venezuela. Por supuesto, el país caribeño ha sido uno de los destinos preferidos del periplo veraniego que la vicepresidenta se ha marcado por Hispanoamérica. Hugo Chávez representa la revolución que Zapatero desearía emprender. Un Estado bolivariano, donde la Administración reparte entre los ciudadanos los beneficios de la petrolera estatal a modo de dividendos. Eso sí, en dólares.

Venezuela fue el cobijo de etarras y el refugio de Felipe González. Y ahora es el lugar de relación privilegiado de Bono, que trabaja a marchas forzadas por convertirse en un hombre de Estado al modo de González. Y como muestra del buen rollo diplomático, el Gobierno español ha realizado un canje de notas con el venezolano para aceptar en España el carnet de conducir venezolano.

Como todo el mundo sabe, Venezuela es una república caribeña donde el principio de seguridad jurídica es bastante relativo. Los carnets de conducir se encuentran en el mercado igual que los pasaportes. Chávez ha regalado 500.000 pasaportes a colombianos fronterizos que mantienen una alegal doble nacionalidad. De esa forma pueden volar a Estados Unidos sin las dificultades impuestas a los colombianos. Sólo hay un requisito : hágame el favor de votarme cuando haya elecciones.

Pues bien, con ese país es con el que hemos firmado la aceptación del carnet de conducir. Así que puede que se produzca una avalancha de novatos al país caribeño para obtener su título tras un refrescante baño en las playas caribeñas y posteriormente regresen a España a convalidar. Eso, para velar por la seguridad ciudadana. Y todo gracias a esa relación privilegiada entre ambas naciones. Una relación, que, por cierto, todavía no ha conseguido que lleguen los petroleros venezolanos a ser reparados en los astilleros de Izar. Recuerden: la salvación de los astilleros españoles, un acuerdo de grandes dimensiones que decía Chávez. De momento, seguimos esperando, pero con carnet de conducir. Algo es algo.