Sr. Director:
La belleza es atractiva, ensancha el alma y alegra el corazón. Para poder escribir sobre ella, como de cualquier otra cosa, hay que acercarse a su realidad y sentirla; con objetividad y sin involucremos en el tema analizado. Pero, cada cosa en su sitio.

Actualmente, se ha intensificado una especie de culto a Venus que comparte con Adonis. Es el umbral de una nueva exploración, hacia el bien y la felicidad, en donde no deberíamos detenernos pues nos quedaríamos con lo transitorio. Colonia en lugar de perfume.

Venus y Adonis. Muchas criaturas no tienen otro horizonte, particularmente en verano. Ríos de cremas, toneladas de cosméticos, para un culto pagano: Reinas y reyes de la fiesta. Una belleza que se construye o acentúa por fuera y, si pasa al interior, no deja de ser superficial.

Ser persona es, en cambio, una aventura que conjuga osadía y responsabilidad. La belleza será, así, plenitud. Estará en todo y no en meras cualidades estéticas. Armonía a descubrir en las cosas grandes y en las más insignificantes. Lo que importa es el equilibrio entre las cualidades y los servicios a prestar, para poder captar un más allá de hermosura.

Hay bellezas de cascarilla que se desconchan y otras que se acrecientan con los años. Ayer era feria y hoy ya no. Ayer salíamos por uno de aquellos arcos del Cortijo de Torres y mucha gente se movía impulsándose a sí misma con ese esfuerzo que supone aparentar la alegría, bajo capas maquillaje. Una pareja, en cambio, impulsaba con garbo a sus tres pequeñines con juventud y lozanía. Su aureola les hacía visibles y perdurables. Ellos estaban en armonía y en una maravillosa compañía. Lo demás es olvido, bajo las alas de la decepción.

Apreciar esta belleza supone mayor dificultad. Yo la imagino dentro de una anciana que veo por Málaga desde hace ya veinte años. Se mueve como mendiga, pero es tan piadosa como un cartujo. Camina encorvada y no cambia; ora et labora; como si el tiempo se hubiera detenido a contemplarla. Prototipo de una belleza difícil de describir, pero cierta, muy cierta.

Digo y termino que, la belleza, hay que sentirla de fuera a dentro y de dentro a fuera. Que no hay que confundirla ni con el canto de pájaros ni con impetuosas corrientes de la pasión. Jorge Manrique lo cantaría muchísimo mejor pero, hoy, nos quedamos en esos ríos que van a dar a la mar, mas no para morir. En ellos hay fuerzas que arrastran y otras que impulsan. Así, la auténtica belleza, nos empujará hacia lo bueno y dará luz a todo nuestro ser.

Javier Peña Vázquez