Mi nutrición ideológica y espiritual procede de la secretaria de organización del PSOE, Leyre Pajín,  como todo el mundo sabe.

Pajín insiste en que ZP no prometió irse a los ocho años. Tiene toda la razón. A mí también me sonó rara la alusión a esas presuntas declaraciones por parte de ZP en el sentido de que se iría a los ocho años.

Y claro, ese es el problema. A ver si nos entendemos: ZP no se va de Moncloa ni con agua caliente, no se levanta del sillón presidencial ni con lija. ZP no se marcha. Hay que echarle. Nunca ha prometido que se quedaría ocho años -periodo comúnmente aceptado por el común de los países que imponen limitaciones a sus gobernantes, sabedores de que, si el poder absoluto corrompe absolutamente, el poder permanente corromper permanentemente. 

La portada del martes 26 de El Mundo, suena a tontuna estadista: Sonsoles quiere que su esposo abandone. Esto me recuerda cuando el banquero Claudio Boada, entonces al frente del Hispano Americano, ironizaba con su próxima marcha: Tengo ganas de marcharme a casa, por supuesto, pero si el Consejo me pide que me quede asumiré mi responsabilidad. Mi familia no me lo va a perdonar pero, qué le vamos a hacer, van a tardar al menos cinco minutos en convencerme. Y se quedó. Sonsoles Espinosa estaría feliz tras cuatro años en Moncloa, al igual que las góticas, porque no hay nada como vivir en la radicalidad mientras las fuerzas represivas te protegen las 24 horas del día. Una cosa es que a doña Sonsoles no le guste conceder entrevistas ni las exposiciones al público -las dos comportan un riesgo- y otra cosa es que no le guste ser la primera, perdón, segunda (o tercera, si contamos a doña Letizia) dama del país. Menos lobos.

Y todavía resulta más tronchante otra aportación de los servicios de propaganda monclovita cuando han  hecho correr la especie de que, si la crisis continua, ZP tendrá que presentarse a la reelección. Para arreglarla, imagino, que es como poner a Ben Laden al frente de una Delegación de paz.

Aznar trata de vender ahora una de las pocas cosas que hizo bien durante su mandato: asegurar que se marchaba en ocho años y cumplirlo. Y si rompió el partido fue por empeñarse en nombrar al sucesor en lugar de introducir las benditas elecciones primarias. ZP no lo hará porque está aún más apegado al poder y porque no tiene claro su futuro: la sensación de impotencia y penuria de recursos que exhibe ya no son cosa de los españoles sino de 500 millones de europeos.

Aznar erró al no convertir el máximo de ocho años de permanencia en el poder en ley. Rajoy, el mayor frívolo al este del Missisipi, tampoco aprovechó la primera legislatura del PSOE, ni la segunda, para poner a ZP contra las cuerdas exigiéndole que limitara la permanencia de un presidente del Gobierno en el poder a ocho años.

Así, no es de extrañar que Zapatero envíe una delegación de segundo orden a la toma de posesión de Porfirio Lobo como nuevo presidente de Honduras, a pesar de haber sido elegido democráticamente. Claro, como que ahí le aprieta el zapato a ZP. Porque el problema hondureño no es más que el de un aprendiz de tirano, llamado Mel Zelaya que quería violentar la ley para situarse en el poder.

Eulogio López

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