El tripartito catalán estaba dispuesto a perpetuarse por los siglos de los siglos. Para ello hacía falta reformar la Ley Electoral. Ya saben, bajo el paraguas de buscar un sistema más "razonable" beneficio a los propios para perjudicar a la oposición. Se trataba de cambiar el actual modelo que pondera el territorio por otro que pondere más la población. De esta forma, el PSC, que es fuerte en Barcelona y débil en las otras tres provincias catalanas saldría reforzado. Por contra CiU que tiene mucha mayor estructura territorial que el PSC saldría perjudicado. Una operación perfecta.

 

Pero hete aquí, que a Maragall le ha salido un hijo tonto. Y ERC salta ahora con que la reforma de la Ley Electoral debe de contar con el consenso de CiU. O sea, que no habrá reforma. Son los costes de recién formado "bloque nacionalista". Por otra parte, ERC no tenía claro que el nuevo modelo electoral le resultase especialmente satisfactorio, así que ha decidido romper la baraja definitivamente.

 

El PSC inquieto por la falta de lealtad de su socio. Algunos analistas habían señalado que Maragall había sacado el espinoso asunto del 3% de comisión en obra pública para cerrarle el paso a ERC para entenderse con CiU. Pero la operación no le ha salido bien, entre cosas porque la tierra echada sobre el asunto fue demasiado rápida y opaca.

 

Los convergentes están contentos porque por vez primera salen del ostracismo político en que les colocó el 3%. Aplicaron la estrategia de refugiarse en los cuarteles de invierno hasta que la lluvia escampase. Y Carod ha llegado con el paraguas y les ha vuelto a colocar en primera línea de la vida política. Está por ver que sea buena estrategia de futuro que CiU siga los pasos estratégicos e identitarios que la radicalizada ERC. Porque el gran vencedor es ERC, capaz de colocarse en un lugar o en otro cuando le parezca oportuno, maximizando su escasa, pero necesaria fuerza.