Mire usted, si la inflación baja, el déficit baja e incluso si el PIB crece, pero el desempleo se dispara, usted no gana por tres a uno, pierde por uno a cero.

Las cifras de la EPA han supuesto una vez más, una negación de la propaganda del Gobierno Rajoy: ni hemos salido de la crisis ni hay motivos para el optimismo. Y eso, después de los esfuerzos titánicos de los españoles para salir adelante en una crisis que no hemos creado nosotros -la ha creado Wall Street, pero que tampoco supimos atajar-. Zapatero, de hecho, contribuyó a que la crisis se convirtiera en un huracán. ZP era un manirroto y un demagogo. Rajoy no, pues afrontó la crisis, sólo que por el camino equivocado: en lugar de menos Estado optó por más Estado, esto es, subió impuestos.

En cualquier caso, 6 millones de parados con una tasa de desempleo del 25,9% demuestran que el triunfalismo del Partido Popular se ha quedado con las vergüenzas al aire. Han tenido que retorcer las cifras para extraer algo positivo del desastre.

Miren ustedes: si se quiere acabar con la maldición permanente del paro en España, tenemos que cambiar de política económica: menos Estado, menos mercados financieros y más propiedad privada... pequeña. Con lo público, tan alabado, seguiremos viviendo esclavizados por las prestaciones públicas -además, prestaciones a la baja- y el desempleo y la economía sumergida seguirán siendo el problema.

Menos Estado no significa -no sólo- menos funcionarios y menos organismos públicos. Significa, sobre todo, menos impuestos, que es el verdadero poder del sector público, que es el que nos está ahogando.

Y para ello hay que cambiar la política económica de forma radical. En primer lugar, reduciendo los impuestos laborales, sobre todo las cuotas, de forma tajante, y sustituyendo por IVA (las cuotas que pagan pensiones contributivas y subsidios). Luego habría que reducir los subsidios de paro y otras prestaciones. Ojo, reducir las cuotas no significa reducir el salario neto, especialmente el salario mínimo, que es bajísimo en España.

No hay por qué bajar los impuestos financieros, conocido con untuosa reverencia como fiscalidad sobre el ahorro.

No hay que reducir el impuesto de sociedades para los grandes, pero sí para las pymes. Introducir, en definitiva, el sistema progresivo del IRPF en el impuestos de sociedades.

Y sí hay que reducir las cuotas y el IRPF, que es lo que nos destroza la vida a todos y lo que provoca paro. Cuando el pequeño empresario piensa en los impuestos que debe pagar a Hacienda y la Seguridad Social decide no contratar. Menos IRPF también es menos Estado y más sociedad, menos dinero público y más dinero privado.

Y sí, habrá que reducir prestaciones públicas, especialmente en los dos grandes capítulos que, nos guste o no, son Sanidad y Educación. También en educación a pesar de los lacrimógenos reportajes televisivos de las televisiones progres -hoy, todas- que nos cantan las tragedias de los estudiantes que no cobran Erasmus. Como si los universitarios que cobran la beca Erasmus vivieran de la beca Erasmus: viven de lo que pagan sus padres.

Y lo mismo en Sanidad. Sí, ya sé que son los dos mantras intocables, tanto del PSOE como del PP, pero lo cierto es que más dinero para sanidad no significa mejor sanidad y más dinero para educación no significa mayor educación.

En definitiva, menos Estado, menos mercados financieros y más propiedad privada, ojo, pequeña propiedad privada.

El cambio se producirá cuando nos convenzamos de que la economía es una ciencia moral, que debe trabajar para el empresario y el trabajador, no para el Estado ni para el rentista, por muchas prestaciones que nos otorgue el Estado y por muy honradamente que el rentista haya ganado sus ahorros.

La lucha hoy no se da entre lo público y lo privado, sino entre lo grande y lo pequeño. El Estado no es malo porque sea público -que también- sino porque es grande. Y los mercados financieros no son malos -porque sean privados- sino porque son grandes. Lo bueno es lo pequeño.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com