Pero, ¿qué esperaban? Llevan años insultando a todas las religiones a y a todos los creyentes, calificándoles como mentes inferiores dominados por la neurosis de Dios, a los que había que liberar de las tinieblas para ofrecerles la luz radiante (he dicho radiante, no pedante) del racionalismo nada que ver con la razón, eso es otra cosa-. Década de insultos y menosprecios, no sólo hacia el Islam o hacia el judaísmo sí también hacia el la religión hebrea, que una cosa es respetar a los judíos por la tragedia del holocausto y otra respetar la fe de los judíos- sino sobre todo, al cristianismo, lustros de ataques a cualquier credo, especialmente por el sutil procedimiento de permitir la práctica religiosa pero negar la influencia a cualquiera que no esconde su condición de creyente en la vida pública. En definitiva, lustros de condena a las catacumbas culturales, estado en el que vive ahora mismo el cristianismo en Occidente. En definitiva, décadas de mofa a las religiones en todo Occidente dominado por la progresía y la tontiprogresía y ahora se extrañan de que alguien se haya cansado de que le ofendan y se haya puesto a quemar consulados daneses y noruegos. De verdad: ¿qué esperaban?

Veamos: un creyente que sólo sabe defenderse a golpes no es un creyente, sino un fanático. Un agnóstico que sólo pide perdón cuando le apedrean es un frívolo. Ambos resultan condenables: islámicos y daneses, aunque por razones obvias uno sienta más simpatías por los daneses por aquello de la hermandad occidental, pero conste que sólo por eso. Los islámicos atentan contra la libertad de expresión; los daneses atentan contra la libertad religiosa, es decir contra el derecho a no ser insultado por las propias convicciones.

En ambos casos, la solución civil consiste, claro, en condenar ambas actitudes en el Boletín Oficial y que los jueces apliquen las leyes. La solución moral, claro, consiste en el respeto a la libertad de la persona y a sus convicciones más intimas: la libertad de ofender no existe.

Aclaración subsiguiente: las ideas pueden y deben ser combatidas una y otra vez, pero las personas no pueden ser ridiculizadas por sus ideas. Al ridiculizar, que no ironizar, estamos ofendiendo a las personas, además de, por lo general, mostrar nuestra ignorancia. Al final, lo que distingue al cristianismo del fanatismo islámico y del fanatismo pagano, es el viejo aforismo : Odia al pecado y ama al pecador. O dicho de otra forma: existe un fundamentalismo islámico y un fundamentalismo laicista.

Asimismo, convine distinguir, entre progres y tontiprogres. Progres son los partidarios del agnosticismo práctico : si destierras a Dios de la vida pública, te puedes dedicar a medrar, tanto en poder como en dinero. Son gente práctica. Tontiprogre es aquel que cuando te queman la embajada responde con un feroz discurso sobre la alianza de civilizaciones.

¿Quién es más culpable? ¿Ben Laden o los periodistas (y el Gobierno danés que se burla de Mahoma -mucho más se burlan de Cristo, pero vamos a dejarlo-)? Creo que los dos. Por las mismas, ¿quién es más fanático, el fundamentalista o el agnóstico, el integrista musulmán o el periodista danés? Personalmente me cae más simpático el periodista danés, pero por occidental, no por agnóstico. Como agnóstico es hombre convencido de que lo mismo vale una creencia que otra y que ninguna vale nada porque la verdad no es asequible al ser humano o más idiota aún: la verdad no existe. Los dos personajes son capaces de todos los horrores. El uno elige el asesinato y el otro el suicidio; el primero se guía por sus ignorancia y el segundo por su indeferencia, el primero está lleno de ira y el segundo es acuoso, para el primero, los demás son esclavos, para el segundo son piedras. ¿De verdad cree alguien que existen muchas diferencias entre ellos? Son dos extremos del péndulo, los dos extremos de la desesperación. ¿Quién es más fanático? No lo tengo claro. El fundamentalista sólo busca un enemigo que justifica lo escuálido de su universo mental, pues el Islam que no salga de la provincia- es una caricatura externa y mala del Cristianismo (cosa que no ocurre con el judaísmo, que son, en genial definición de Juan Pablo II, nuestros hermanos mayores en la fe), el pagano occidental no es alguien privado de razón, obedece, por el contrario, a la definición chestertoniana de locura: loco no es el que ha perdido la razón, sino al que sólo le queda la razón, y como su razón no puede comprender a Dios, le niega y negando a Dios acaba por negar al hombre.

Eulogio López