Se habla de Europa en el lujoso Hotel Ritz de Madrid. Coloquio con el comisario de Economía de la UE, Joaquín Almunia. La cosa iba de economía y petróleo, pero, cómo no, tenía que salir el asunto Buttiglione, el comisario italiano que se empeña en comportarse como cristiano y así, claro está, no puede ser comisario.

Le tocaba el turno a don Enrique Barón, ex ministro socialista con Felipe González, ex presidente del Parlamento Europeo y un personaje, por encima de todo, políticamente correcto. Y entonces va don Enrique (no Tierno, sino Barón) y aprovecha para referirse al veto que la progresía europarlamentaria (progresía millonaria en dietas y paupérrima en trabajo) le ha colocado por sus opiniones sobre la homosexualidad y sobre el trabajo femenin Hay que respetar todas las creencias, pero hay cosas que no se pueden decir.

O sea, libertad de expresión sí, pero dentro de un orden. O como decía aquel, formando un pequeño círculo con los dedos pulgar e índice: Libertad dentro de un orden, de este orden. De ahí, podemos pasar a libertad dentro de un orden, de mi orden. Y ya el último escalón: Libertad dentro de un orden, de mi ordeno y mando.

Y es que siempre se ha dicho que hay que distinguir entre libertad y libertinaje. Por ejemplo, los eurócratas y europarlamentarios que dicen las acostumbradas soserías políticamente correctas están ejerciendo la libertad, pero afirmar como Buttiglione que la homosexualidad es pecado o que el hombre protege a la mujer y a los hijos y que la mujer en el hogar cumple un papel fundamental, eso no se puede decir. Es puro libertinaje.

Almunia, que se juega mucho más que Barón (nada menos que su continuidad en el cargo de comisario), prefirió eludir la cuestión y hacer hincapié en que el porcentaje de mujeres españolas que entra en el mercado laboral es inferior al de otros países de nuestro entorno y que, claro, así no hay manera de progresar. La verdad es que como no hay manera de progresar es con las tasas de natalidad existentes en el Viejo Continente, ahora más viejo que nunca, pero eso es otra cuestión. Ahora lo que nos interesa es lo que se puede decir y lo que no se puede decir, en la Europa democrática.

Porque con Buttiglione no nos jugamos una Comisaría en Bruselas (bueno, se la juega él); lo que nos jugamos son dos cosas mucho más importantes: la coherencia entre la actividad privada y la pública, y la libertad de expresión, una de las libertades claves ayer y hoy.

Pero la policía del pensamiento acaba siempre por torturar a la verdad (casi todas las policías acaban torturando a los presos, porque es muy duro eso de tener el caso casi solucionado y no conseguirlo). Es decir, al final, la policía del pensamiento incurre en la mentira. La prensa española, que últimamente se aburre tanto que juega a policía, se cebó el pasado domingo 17 con Buttiglione. Por ejemplo, el ABC atribuye al político italiano el siguiente pareado: Los hijos que no tienen padre no son hijos de buena madre. Esto recuerda a aquellos teólogos progres de los años setenta, que entresacaban del frondoso árbol bíblico, frutos como este: Dios no existe, dice la Biblia, y se olvidaban de terminar la frase: Dios no existe, dice el necio.

La verdad es que Rocco Buttiglione debe ser comisario europeo. No podemos permitir que la policía del pensamiento vuelva a hacer una criba y se salga con la suya. Insisto, lo que está en juego no es el cargo de Buttiglione, sino la libertad de expresión que no debe estar dentro de ningún orden y cuyo único límite es la verdad, esa que hace libre.

Eulogio López