Ségolène Royal fue la ministra que con más entusiasmo repartió la píldora postcoital entre las adolescentes francesas, en los institutos, y a espaldas de sus padres. De Nicolás Sarkozy podía esperarse algo más, pero no mucho. En uno de sus últimas comparecencias públicas alabó a la introductora del aborto en Francia, la centrista Simone Veil, a la categoría de política éticamente ejemplar.

Precisamente, Juan Claudio Sanahuja, autor de "Desarrollo sustentable" y artífice de la página Noticias Globales, informa sobre el comienzo del proceso de beatificación del científico Jérôme Lejeune, el hombre cuya fulgurante carrera como investigador quedó empañada al enfrentarse a Simone Veil y su ‘derecho al aborto'. Contra todo el imperio mediático puesto en marcha tanto por la izquierda como por la derecha francesas, Lejeune recordó que, cuando mide 1,5 milímetros, el feto ya posee en formación sus órganos vitales, algo que la ciencia no ha hecho sino ratificar.

Pocos científicos han sufrido una persecución tan cruel como la sufrida por Lejeune por su defensa del no nacido. A pesar de ser un genetista de fama mundial, su defensa de la vida, como él mismo diría, le costó, no ya la privación del Premio Nobel, sino sencillamente el saludo de quienes no querían que les vieran en su compañía.