En la jerga bancaria se entiende por manguerazo el dinero que el Banco Central Europeo está creando a espuertas para sostener la llamada liquidez del sistema -otro solecismo indescifrable del lenguaje económico- desde que comenzará la crisis, en 2007.

La teoría, o el tópico, clásico, asegura que ese manguerazo, ese chorro de euros, provoca inflación. La verdad es que la inflación está por los suelos y a nadie parece preocuparle el IPC. Curioso, porque el precio de la vivienda se niega a bajar, a pesar del estallido inmobiliario.

Ahora bien, el problema del manguerazo no consiste en que provoque inflación sino en que provoca especulación, que es mucho peor que la inflación. El BCE ha abierto la manguera y ha creado dinero artificial para salvar la falta de crédito resultante de la crisis (por cierto, ¿por qué todo el mundo invierte a crédito?) pero con ese intento de atajar los resultados de la especulación privada el manguerazo ha creado algo peor: ha creado especulación pública. Por eso, ahora ya no nos preocupa que quiebre el Citibank o el Morgan Stanley: lo que nos preocupa es la quiebra de Grecia, de Hungría o de España.

Ahora ya no tenemos el problema de Wall Street, sino un problema peor: el problema de la deuda soberana, es decir cuando los que quiebran son los Estados. Y ya saben que la única receta contra las quiebras producidas por la especulación financiera, por la codicia de los intermediarios y la irresponsabilidad de los gobernantes, consiste en dejar quebrar al quebrado, sea banco o sea Estado. No, dejando caer a Grecia no estamos dejando caer a los griegos sino a la deuda griega. A los griegos hay que ayudarles con trasferencias de fondos, no de créditos. Es decir, como siempre hizo, desde la fundación en 1950, la Unión Europea hasta el nefasto día en que se puso en marcha el euro: entonces la Unión Europea dejó de ser un proyecto de país para convertirse en un proyecto de mercado. O sea, en un ente supranacional egoísta y vulgar. Hasta 1999, en la Unión nos regíamos por la ley de la solidaridad, ahora nos regimos por las normas de las bolsas de valores, de valores cotizables. ¡Qué peligro!

En otras palabras, 12 años atrás, si el Gobierno griego no podía pagar sus pensiones por haberse excedido por la carga de la deuda se le trasferían fondos -además de castigarle, naturalmente- y se intentaba el objetivo casi único de la UE en materia económica: homologar el nivel de vida de los habitantes de todos sus países miembros. Hoy de lo que se trata es de un plan de ayuda para que los gobernante irresponsables puedan seguir endeudándose más, con lo se pagarán las pensiones de hoy sí, pero mañana se repetirá el problema y eso después de haber empobrecido a todos los griegos. Todo ello para salvar, no a Grecia, sino a los que especulan con la deuda griega, que no viven en Atenas sino, probablemente en Long Island.

Por cierto, este desastre con patas y muy mala uva que es el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, sale ahora en defensa de la moneda única. Como siempre, ZP acude con mangueras a las inundaciones y con barcas a los incendios. O sea, justo cuando hay que defender a Europa de su moneda, él defiende al euro sin darse cuenta de que la unión monetaria se ha convertido en el enemigo de la Unión Europea. Tanto es así que, o nos salimos del euro, o modificamos las reglas por las que se rige. ¿Con qué objetivo? El de la solidaridad entre los Estados, no el del sometimiento a las reglas de la especulación de los mercados, que se rigen por una sola norma: el pez grande se come al chico.

Eulogio López

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