Sr. Director:

Hace de esto algún tiempo. En un bar cercano al Puerto de Málaga, mi amigo Agustín García y yo tomábamos un café.

 

En esto entró un hombre, que daba la impresión de estar mareado, pidió al camarero un vaso de vino, sacó un manojo de billetes, los colocó sobre la barra y comenzó a contarlos.

Sin mediar palabra alguna se dirigió a mí y me preguntó. Y "¿tú cuanto ganas?" Yo le dije lo que ganaba, con todo el gracejo, me dijo: Y… "¿en qué empresa trabajas tú, desgraciado?".

Yo le podía haber dicho: trabajo en una "empresa" en la que lo importante no es ganar sino servir.

En una "empresa" en la que el Amo dice a sus obreros "el que, de vosotros quiera ser el primero que sea el servidor de todos y los obreros obedecen.

Yo trabajo, le podría haber dicho también, por "la bella cara de mi Amo". Mi amigo Agustín, con el tiempo, cambió de empresa y se situó muy bien en la vida. Yo, y otros compañeros, tuvimos nuestras dudas pero no nos planteamos cambiar de empresa. El Amo se empeñó en retenernos fiándose de nosotros.

Siete de mi misma promoción cumplimos ahora cincuenta años de servicio en esta "empresa" con el mismo Amo y en las mismas condiciones y… después de tantos años de servicio, no tenemos "trienio" alguno y somos unos mileuristas más.

Le podría haber dicho por las claras, que yo, y estos compañeros a los que me refiero, somos curas, que nuestra empresa es la diócesis de Málaga y que nuestro amo es el señor y que nuestro trabajo consiste en servir.

Le podría haber dicho todas estas cosas, pero me exponía a que este hombre no me comprendiera y a que me tratara, y tratara a mis compañeros de "locos".

Y…tendría razón este hombre, porque, hoy, más que nunca, sobran listos que buscan tener y mandar y faltan "locos" para servir en el seguimiento a Jesús.

Este Amo, "a quien yo y mis compañeros, hace ya cincuenta años prometimos servir, no se deja vencer en generosidad y cumple lo prometido: "dar el ciento por uno y después la vida eterna".

Conmigo y con mis compañeros ha cumplido su palabra con creces. De haber hecho otra opción a la de ser cura, seguro que hubiéramos ganado más dinero pero no hubiéramos sido tan felices.

José Carretero Ruiz