Es lo que dice un comunicante que me envía la siguiente carta, con índice acusador.

Lean atentamente:

Estimado Sr.:

Es la segunda vez que le escribo, y ambas por ciertas extrañezas. Sigo con cierta asiduidad los titulares de su noticiero y me llama la atención su silencio ante el fenómeno COPE.

No hace mucho tiempo Vd., casi a diario, llamaba la atención sobre Jiménez Losantos y César Vidal, y la marcha de esta cadena que le parecía catastrófica. ¿Qué le parece ahora su ruina económica y los 9.000.000 de euros que van a entregar a la SER para que se haga cargo de los deportes? ¿No tiene nada que opinar sobre la marcha de Cristina y Abellán? Nunca le vemos opinar sobre el Príncipe de la Iglesia, Sistach, contento y alegre por la ruina de la COPE.

D. Eulogio, con amigos así, la Iglesia no necesita enemigos. Espero pronto poder leer en sus titulares una defensa mayor por la verdad, aunque con ello tenga que enfadar algún que otro "grande" de la Iglesia católica. Más de la mitad de los oyentes de hace un año hoy ya no escuchan la COPE. Y dentro de poco, la mitad de la mitad habrá hecho lo mismo. ¿A esto es a lo que quería llegar?

Un saludo.

Pablo Díaz

La punzante misiva me ofrece una excelente oportunidad para aclarar un par de cosas:

En primer lugar, sí hemos hablado, precisamente de la lamentable condena al ostracismo de Cristina López  y claro que hemos criticado el fichaje de Buruaga. Y sí: criticar el fichaje de Buruaga es censurar al nuevo presidente, Fernando Giménez Barriocanal, porque, insisto, nadie da lo que no tiene y Barriocanal ha fichado al que no tiene. El propio Buruaga es el primero en decirlo. Ahora bien, lo que no puede hacerse es contraponer a Nacho Villa o a Ernesto con Federico. Si tengo que escoger entre Buruaga y Losantos me quedo con ninguno de los dos.

Tiene usted mal las cifras de la SER, que no son esas ni mucho menos. Si fueran tales, la COPE ya estaría en concurso de acreedores. Pero en algo sí que lleva razón: en Hispanidad nunca hablaremos mal de los obispos, sucesores de los apóstoles. Y, a veces, el silencio resulta costoso. Si pienso que están metiendo la pata, rezo por ellos. Le aconsejo que haga usted lo mismo en lugar de convertirse en maestro de mitrados. Es sabido que todo español lleva dentro un seleccionador nacional que sabe a ciencia cierta cuál es la alineación ganadora y un obispo que sabe, aún con superior certeza, lo que está bien y qué es lo que está mal, así como la táctica infalible para recristianizar España.

En cualquier caso, recuerde que hay dos tipos de personas que critican a los obispos: los comecuras, los que se sirven de la Iglesia en lugar de servir a la Iglesia y los vaticanólogos, o expertos de la clerecía. Estos últimos son los más pelmas y a veces se superponen con los del segundo grupo. Evite usted a los tres.

Por cierto, ¿de verdad cree usted que Hispanidad gana algo por no criticar a los grandes de la Iglesia? Pero, hombre, si los que venden son los vaticanólogos. Son, cara a un público cristiano, lo mismo que los espacios rosas en la tele vespertina: puro morbo.

Titulares en defensa de la verdad. ¿De qué verdad? ¿De qué Federico Jiménez Losantos debía seguir al frente de la COPE? ¿Se refiere a esa verdad? Y no, la COPE no ha perdido la mitad de los oyentes pero, si los hubiera perdido por volver a su ideario, bien perdidos estarían. La Iglesia, estimado señor, no tiene que dedicarse a triunfar, no es Juan Luis Cebrián, sino a evangelizar. Entre el fracaso y la coherencia, la Iglesia siempre debe optar por la coherencia. ¡Ojo!, soy de los convencidos de que el periodismo cristiano puede triunfar, y hoy más que nunca, pero no estoy dispuesto a que el coste de ese triunfo consista en aguar el cristianismo, es decir, a costa de caer en la tibieza.

Y, como nadie da lo que no tiene, resulta que no se puede hacer periodismo católico sin católicos (ni Federico ni Buruaga lo son) como no se puede hacer periodismo católico sin periodistas. ¿Que la COPE necesitaba a Federico y a César Vidal? Visto lo que ha ocurrido desde su salida, yo diría que era justamente al revés: Federico y Vidal necesitaban de la COPE. En cualquier caso -Vidal algo menos- Federico era un escándalo permanente para la Iglesia, además de una verdadera termita y un maestro en la manipulación del mensaje cristiano. Otrosí, lo que hacía Losantos era utilizar una plataforma de la Iglesia para lanzarse contra Zapatero y apoyar a su PP, Esperanza Aguirre y compañía. Jiménez rozaba el fascismo cuando utilizaba a la Iglesia para propagar su peculiar idea de la unidad de España. Porque en eso consiste, precisamene, el fascismo: en la deificación de la nación. Era el prototipo de la derecha pagana encaramado en el programa estrella de la cadena episcopal. 
Créame: España no se recristianizará porque caiga Zapatero, aunque estaré dispuesto a brindar con cava -cava catalán, no champán francés- el día en que acontezca tan felicísimo acontecimiento.

En definitiva, Jiménez utilizaba a la Iglesia como medio para sus fines políticos. Sólo que Cristo nunca se deja utilizar como instrumento. Recuerde usted el viejo lema cristiano: de derrota en derrota hasta la derrota final.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com