Sr. Director:

Se está escribiendo mucho sobre las causas del botellón. Son las mismas que las del fracaso escolar, de la violencia y de otros problemas de la juventud actual. Cuando se educa sin sentido del límite y no se sabe decir que no mientras son pequeños, es difícil evitar que de mayores se salgan siempre con la suya. Pero en esa educación permisiva influye el hecho que las relaciones matrimoniales y familiares se fundamentan más en la afectividad y el sentimiento que en el verdadero amor.

No puede haber amor efectivo sin capacidad de sacrificio y de compromiso; fruto a su vez de la mentalidad hedonista y de la cultura de la desvinculación, que entiende la libertad como pura autonomía sin ningún tipo de limitación a lo que agrada o se apetece. Todo ello favorecido por la visión de la vida que nos ofrecen unos medios de comunicación a los cuales solo importa el conseguir audiencia, y por una concepción laicista de la política según la cual el orden social es totalmente independiente del orden moral. En último extremo es una manifestación de la ausencia de valores espirituales y de la crisis del estado del bienestar.

La prueba del algodón la tenemos en que estos problemas no los tienen en el tercer mundo; tendrán otros pero no éstos. Mientras todos continuemos valorando más el bien estar que el bien ser, será difícil que logremos solucionarlos. Y esa solución comienza por uno mismo; revisando la propia escala de valores.

Jaime Ros Sagué

jrossague@yahoo.es