Conste que poco afecto me une al semanario Época de cuya redacción formé parte en tiempos de aquella pluma egregia que fuera Jaime Campmany de la que fui despedido cuando Intereconomía tomó el control para satisfacer la mala leche de un afamado locutor.

No soy, por tanto, sospechoso. En Época me quedan amigos, y con eso me basa. El futuro de Intereconomía no me enerva en exceso.

Ahora bien, dicho esto... Que se guarde el silencio que se mantiene en los medios cuando ese elfo trasmutado en orco, o virtudes trasmutadas en vicios, vicepresidenta primera del Gobierno, doña Teresa Fernández de la Vega, utiliza el aparato del Estado, abogacía del Estado y a la Fiscalía, para arremeter contra dos periodistas, Carlos Dávila y Maite Alfageme -director de La Gaceta y su adjunta- por una cuestión personal, como el de una información sobre su empadronamiento en un municipio valenciano.

¿Una vicepresidenta, que tiene acceso ilimitado a los medios porque posee poder e información, que en cuanto desea opinar tiene un micrófono delante, que dispone de todo el aparato represivo del Estado, utiliza a los tribunales para perseguir a los periodistas que no le agradan? ¿Cuántos precedentes recuerdan ustedes de este tipo en la Europa democrática?

Y más. Es sabido que la justicia es para ricos. Si tienes los gastos jurídicos pagados puedes hacerle la vida imposible a cualquier enemigo, sobre todo si utilizas un derecho tan vaporoso como el honor, con sus igualmente equívocas ramificaciones de difamación, injurias, calumnias. El derecho al honor ha conseguido que la gente hipersensible, como De la Vega, con muy mal uva, como De la Vega, sectarias y prepotentes, como De la Vega, se venguen de todo aquel, preferentemente periodistas críticos, que se han atrevido a comentar su actitud, su trabajo, sus resoluciones o sus insultos.

Por lo demás, ya he escrito que en el siglo XXI divide a la humanidad en buenos y malos. Buenos son los que no demandan judicialmente al prójimo. Los segundos se pasan el día en los tribunales, generalmente como acusación particular y, si eres vicepresidenta del Gobierno y estás un poco amargada, no tan particular. Lo que quieres sencillamente es hacer daño, que para algo doña Teresa es feminista.

Pero lo que más me preocupa no es la soberbia vicepresidencial sino el silencio de los medios. Que por esta tontuna haya dos periodistas en el banquillo y los medios informativos guardan silencio. No apoyan a sus compañeros e incluso me temo esperen la condena, eso sí que me cabrea profundamente. Tanto, tanto, como para escribir un artículo en defensa de Época.

En definitiva, hay dos cosas que me fastidian: que el Gobierno utilice a la abogacía del Estado para ir contra un periodista y que el resto de la profesión no acuda en su ayuda No sé cuál de los dos fenómenos resulta más preocupante.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com