Desde estas pantallas quiero tranquilizar a mi colega de El País, Ignacio Torreblanca, quien no logra conciliar el sueño tras constatar, con profundo dolor, que Benedicto XVI ha dejado muchos "flancos abiertos para la crítica", durante su viaje a Cuba.

Y conste que Ignacio no lo hace por molestar: su principal objetivo consiste en preservar al Pontífice de las críticas maliciosas, en resumen, en proteger al Papa de sí mismo. Tanto es así que José Ignacio Torreblanca comprende a "tantos observadores externos" que han quedado "doblemente confundidos", porque, en pocas palabras, resulta que el periplo del Papa por Cuba no acaba de responder a los principios del "humanismo cristiano". Si lo sabrá Torreblanca.

Me encanta que la progresía se preocupe de la lealtad del Papa a los principios del humanismo cristiano que, al parecer, consisten en reunirse con la disidencia cubana y no con los hermanos Castro que son, casualmente, no sólo los que mandan en la tiranía cubana, sino, en este caso, los malos de la película. Curioso, porque para esos mismos progres los Castro llevan siendo los buenos de la historia.

En definitiva, cuando se trate de criticar a los curas, ya saben: si cara yo gano, cruz, tú pierdes. Cuando un cura es fiel a su vocación la progresía le dice que se comporta como un idiota; si no la cumple es un sinvergüenza. En cualquier caso, el Papa es un fraude... pero Torreblanca está dispuesto a echarle una mano.

Eulogio López

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