Más de un católico se ha quedado con la boca abierta al leer que el cardenal Rouco no acudirá a la manifestación del 17 de octubre, con la coletilla, un punto distante, del parece que el fin que persigue la manifestación es muy bueno.

Hombre, dado que se trata de una manifestación en defensa de la vida, producto de un montón de organizaciones laicas, no podríamos calificar el comentario de ilusionante. Como diría el maestro Wodehouse, este no es el lenguaje del entusiasmo.  

Intentemos aclarar el porqué de tan sonoro desapego, pronunciado en Salamanca, apenas días después de que Martínez Camino secretario de los obispos, mano derecha del arzobispo madrileño, animara a todos a acudir a la manifestación del 17 octubre tras la Plenaria de la CEE (no es Comisión Europea es Conferencia Episcopal Española), aunque les advierto que sólo poseo indicios pero, por mi condición de periodista, comenzaré por el final.

Monseñor Rouco Varela está hasta el capelo cardenalicio del Partido Popular. Me consta que una de las ideas fuerza que están lanzando sus colaboradores -ergo tengo que señalarle a él como origen de la misma- es que la tomadura del pelo  de los peperos que se presentan como fieles hijos de la Iglesia y defensores de la vida ya no cuela mucho y empieza a molestar bastante.

Porque lo malo es que, abandonada la jerarquía -que no quiere, ni debe, entrar en política ni un paso más allá de la defensa del Magisterio- en manos de los laicos del PP, los seglares del Marianismo le han tomado el pelo de la peor de las maneras, bajo el lema de Católicos españoles tenéis que votarnos a nosotros aunque sea tapándoos la nariz, por lo que podemos permitirnos el lujo despreciaros.

Al parecer, Rouco se ha cansado del jueguecito y no quiere acudir a una manifestación en la que, no lo duden, los susodichos católicos peperos, aparecieran a título individual, naturalmente, para que quede claro a los pocos informados -no muchos, pongamos el 99% del electorado- que el partido que defiende la vida es el PP y, a más a más, que fuera del PP no hay salvación. Así que Rouco no quiere que las cámaras de TV hagan fundidos entre la efigie de los muy píos políticos peperos y la suya. De eso, ya se encarga Pepiño sin necesidad de aportarle la demostración.

Ojo, Rouco es un intelectual, y encima de formación alemana, por lo que no se queda en esa superficie trivial. Lo que el cardenal -creo- ha puesto en solfa ha sido toda la política del mal menor, es decir, la derecha pagana del Partido Popular. Lo mismo está ocurriendo en Italia con Silvio Berlusconi. Ahora, la Conferencia Episcopal Italiana busca resucitar la Democracia Cristiana, que, si analizamos las últimas convocatorias electorales, tendría una proyección de voto del 5%. Lo que ocurre es que en España la suma de los partidos políticos que defienden los valores no negociables de Benedicto XVI no suma ni el 0,5% de los sufragios. Créanme: si alguien acudiera a Rouco con la fórmula para reemplazar al PP como representante electoral de los católicos o con otra fórmula sobre cómo conseguir una voz política que defendiera los no negociables, el arzobispo de Madrid -y muchos otros- le recibiría con los brazos abiertos. Está de nuestra derecha pagana hasta el báculo episcopal.

Me explicaré de otra forma: Su Eminencia está hasta el mismísimo gorro de los políticos intelectuales, periodistas y filántropos (recuerden, el filántropo no es tu hermano, es una tía gruñona, Chesterton dixit) que se arriman a la Iglesia para ayudarla y acaban viviendo en calidad de representantes cualificados de la misma, o simplemente de ella. Pero que conste que esto es una interpretación personal sobre la que asume -como el alcalde Gallardón- toda la responsabilidad. Yo soy así.

Eulogio López

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