Definitivamente, Francia se ha quedado sola y con ella su fiel animal de compañía: España.

La reunión George Bush-Angela Merkel celebrada el jueves ha dejado claro que el eje franco-alemán sólo podrá servir, en el mejor de los casos para repartirse el presupuesto europeo en beneficio de ambos países pero no para decidir el futuro de las relaciones internacionales.

La cumbre germano-norteamericana también demuestra que un gobierno, de coalición o no, monocolor o plural, no es un órgano colegiado : su tendencia política es la de su Presidente, el único que manda en todo el entramado, especialísimamente en materia de política exterior. Dicho de otra forma: el gobierno de coalición CDU-SPD no tiene nada de rojo y si de muy proestadounidense.

En este mundo todo pasa por Oriente Próximo y por el petróleo del Golfo Pérsico, así desde el momento en que Merkel, en seguimiento de Bush abandona la invasión del Líbano por parte de Israel está claro que la vanidad francesa se va al garete. Y que, en expresión castiza la diplomacia española se queda colgada de la brocha. Ya no se puede hablar de arco atlántico (el formado por Londres y Washington) o, si lo prefieren habrá que hablar de trío atlántico, con una Angela Merkel crecidísima porque no ha participado en el desastre de la guerra de Irak y al mismo tiempo ha roto con la ineficacia francesa y con el exasperante tancredismo europeo en las grandes cuestiones internacionales.

Buena prueba del vigor alemán en la alta política es que la reunión de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, EEUU, Rusia, China, Reino Unido y Francia ya se celebran bajo la fórmula cinco más uno, es decir Alemania, con la nota de color del español Javier Solana representando a una política exterior de la UE (Unión Europea) absolutamente inexistente dado los enfrentamientos internos.

De esta forma y con el alineamiento de Merkel con Bush, ante la invasión y aislamiento del Líbano por Israel los verdaderos enemigos de Washington, aquellos que no aceptan su supremacía se reducen a China y Rusia, importantes sin duda, pero ambos dispuestos a entrar en un mismo mundo : el capitalismo sin freno. Lo que está claro es que España baja un escalón en su potencial internacional: por lo menos de segundo a tercer grado, al tiempo que se reduce su peso en el seno de la Unión Europea.

Con la alianza germano-americana se acelera el replanteamiento energético, pero no el modelo económico, tanto Bush como Merkel saben que no pueden seguir pendientes de la manipulación política de los precios del petróleo. Está claro que la reactivación de la energía nuclear está cada día más cerca o la explotación en masa de los biocombustibles, al parecer la única alternativa con algunas posibilidades frente al petróleo y a la nuclear.

Respecto al modelo económico pocas novedades, en Rusia, Vladimir Putin ha cambiado el estatismo económico por el capitalismo de Estado. Putin utiliza como nadie el petróleo y el gas como armas políticas. Al tiempo, libertades públicas las justitas.

El caso chino es aún peor. China se ha instalado en el consumismo sin abandonar ni un ápice el comunismo. Se ha convertido en la cuarta potencia económica del mundo a costa de la miseria interna de sus ciudadanos y de la inmigración al exterior, donde en buena parte son explotados por las propias mafias chinas.

Y lo peor del régimen de Beijing es que eterniza el diabólico modelo económico actual, tan querido por el neoliberalismo, y consistente en que el mundo pobre compita con Occidente a través de salarios de miseria. Si los productos chinos inundan Europa y América es, porque un trabajador cualificado chino, residente en las grandes capitales si hablamos del mundo rural estamos hablando de pura y simple hambruna- cobra unos 100 dólares mensuales. Así ya se pueden presentar unas cifras de crecimiento económico próximas a los dos dígitos pero a costa de la miseria de la mayoría. No, no es un modelo económico que pueda preocupar a Occidente. A quien debe preocupar es a los chinos.

En conclusión, la entente Washington-Berlín forja unas potencias occidentales unidas de nuevo tras el divorcio provocado por la guerra de Irak. Pierde Francia y con ella España y sigue pendiente el rearme moral que precisa Occidente, por el momento el viraje de Merkel sólo habla de poder y de la necesidad de abrir nuevos escenarios energéticos.

Eulogio López