La Hoguera de las vanidades no es el mejor libro, ni mucho menos, para comprender los presuntamente abstrusos mercados financieros actuales pero alberga en su páginas una genialidad de Tom Wolfe, ese personaje que ha descubierto que se puede ser dandy e inteligente, a pesar de los muchos que creíamos que se trataba de una contradicción in terminis.

La genialidad no es más que una subtrama, como dicen ahora los críticos cinematográficos, que son muy finos ellos. Se trata de la manifestación contra la muerte por atropello de un joven negro. Clérigos protestantes, protestones izquierdistas (bueno de izquierda norteamericana) hasta una ingente multitud formada por 30 personas, armadas con una gruesa pancarta. Nadie grita, nadie habla, todos esperan. ¿Qué esperan? A que llegue la unidad móvil de Televisión, naturalmente, para que salga en el noticiero de las 18.00 horas, máxima audiencia en la zona. Y la unidad llega y la multitud (30 persona bastan para llenar un gran angular) se apiña alrededor de la pancarta y comienza a exigir justicia y esas cosas.

José Luis Rodríguez Zapatero, recibió reproches por no acudir a Guadalajara, tras el incendio en el que murieron 11 personas. Se marcho a China y dejó que su primera, la vicepresidenta Teresa Fernández de la Vega se enfrentara a los vecinos. En los mentideros políticos madrileños no dejan de preguntarse cuando nació Teresa Fernández de la Vega, Otros, aún más malignos, no quieren saber cuándo nació, sino cuándo renació. Suponía Mr. Bean que respetarían a doña Teresa y que él podía poner tierra de por medio, pongamos hasta China.

Pero el temporal no escampó., así que Mr. Bean preparó su viaje a la zona. Fue un viaje clandestino, a lo Tom Wolfe: estaban todas la televisiones del país, pero los naturales del lugar sólo se enteraron cuando Zapatero ya estaba de regreso en Moncloa. Esto es la sociedad mediática: toda España pudo ver a Mr Bean consolando a un hombre lloroso, anunciando ayudas, planes y medidas para los afectados. Toda España, menos los interesados. Bueno, miento : los interesados también lo vieron por televisión.

Henos aquí, en plena democracia televisada. Bueno, no sé si democracia, pero televisada, seguro.

Eulogio Lopez